La barba de Fidel Alejandro Castro Ruz (1926-2016), tenida como un símbolo de la revolución cubana, inclina a creer que ha traumatizado abismalmente los hemisferios cerebrales de los pro-hombres del establishment (estructura de poder) de Estados Unidos. Solo así puede explicarse las sañas que ha vertido contra Cuba, a tal extremo que no ha acatado 31 resoluciones de la ONU que disponen el cese de un embargo que ha castigado cruelmente a los residentes de la isla caribeña.
El jueves 2 de noviembre de 2023, 185 países (entre ellos la República Dominicana) miembros de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) condenaron (Estados Unidos e Israel votaron en contra y Ucrania/Brasil se abstuvieron) el bloqueo comercial, económico y financiero de Estados Unidos contra Cuba. Significa la continuación de los reclamos -año por año, desde 1992- del levantamiento de las desproporcionadas e inicuas sanciones. Ni siquiera ha valido que soplen nuevos vientos.
La barba espesa del Fidel Castro uniformado de verde olivo -tildado como el enemigo número 1 del gobierno de la República Federal de América del Norte- perturbaron tanto a esa superpotencia que en una ocasión intentaron hacerla caer con un producto químico que se le colocaría en sus zapatos, y así borrar la imagen de un ícono de la izquierda latinoamericana.
El recrudecimiento del bloqueo durante más de 60 años ha provocado pérdidas estimadas en 159 mil millones de dólares e irreversibles trastornos sociales (escasez de alimentos y medicamentos, padecimientos y éxodo al exterior) para los nativos de Cuba que, a la vez, se traducen en derrotas diplomáticas y en una afrenta para sus propios habitantes, que en las calles vociferan consignas contra las injusticias.
¿Por qué ese imperio no irradia la misma potestad salvaje contra la República Popular China (con sistema similar al de Cuba) y sí contra esta Nación y Palestina, víctima esta última de la otra barbarie: los bombardeos de Israel, pupilo de Estados Unidos, han matado a más de 11 mil personas en la Franja de Gaza.
La barba de Castro está escondida en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba; empero, el mandatario de ese desde 2018, Miguel Mario Díaz-Canel, no muestra un solo pelo sobre su barbilla, pero el asedio continúa con todo y las prudentes transformaciones, incluidas iniciativas privadas.
Aún con la Covid-19, el gobierno cubano envió a tres mil 700 colaboradores a 39 países y territorios a combatir esa pandemia, y Estados Unidos le incrementó las restricciones, con miras a la ingobernabilidad. Su presidente Joe Biden ha vuelto a sancionar a Cuba, y “habrá más (sanciones), a menos que haya algún cambio drástico” en Nación.
Cuba, ¡oh, mundo!, defenderla de tantas bestialidades de Estados Unidos, aun en la Era Post-Castro.