Durante mi tiempo como Director de Comunicaciones en la entonces Secretaría de Estado de Obras Públicas y Comunicaciones, me correspondió enfrentar momentos difíciles con comunidades afectadas y con la prensa, debido al desarrollo de importantes obras de infraestructura.
Aunque fueron procesos complejos, muchas de esas intervenciones terminaron beneficiando a toda la población.
Las demoliciones de barrios para la ampliación de la Avenida México y el Quinto Centenario, así como las construcciones del Acuario Nacional y el Faro a Colón, generaron tensiones que me obligaron a “graduarme” en manejo de crisis y solución de conflictos. Todo esto en medio de la negativa de algunos de mis superiores a “dar la cara”.
Posteriormente, desde la Corporación Dominicana de Electricidad
(CDE), también como Director de Comunicaciones, me tocó enfrentar la crítica situación de los apagones eléctricos que afectaban al país.
Con estrategias claras y voluntad de escuchar a las comunidades,
logramos implementar soluciones que, aunque complejas, buscaban siempre priorizar el respeto hacia la gente.
De esas experiencias aprendí el valor del diálogo, la importancia de ofrecer explicaciones oportunas, y sobre todo, la necesidad de actuar con responsabilidad cuando se afectan los espacios públicos.
Por eso me resulta incomprensible y doloroso ver el desastre ambiental provocado por la remodelación de las instalaciones del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte.
La tala indiscriminada de árboles, incluyendo especies como la caoba, constituye un atropello contra uno de los pulmones verdes más importantes de la capital.
¿Realmente era necesario eliminar esa vegetación para ampliar unos pocos pies del terreno del Play No. 2 de béisbol?
Las dimensiones del campo eran más que suficientes. Ese estadio ha visto pasar a muchos jonroneros sin necesidad de cambios en el outfielders. Esta remodelación debió enfocarse en otros aspectos, no
en destruir el entorno natural.
Lo más grave es que nadie da explicaciones. Nadie asume responsabilidad. Y para colmo, cuando la ciudadanía se indigna, presentan al presidente de la Federación de Béisbol, Juan Núñez, agradeciendo la obra. ¡Por Dios, así no!
Estas decisiones generan un profundo descontento, no solo con los preparativos de los Juegos Santo Domingo 2026, sino también con el propio gobierno, que en materia de comunicaciones, atraviesa unode sus peores momentos.
El Centro Olímpico Juan Pablo Duarte no solo es un espacio recreativo y deportivo: es un patrimonio nacional.
Merece respeto, cuidado y un manejo transparente de toda intervención que lo afecte.
Por: Héctor García
hectorgarciasr@gmail.com