La cuentística latinoamericana tiene en Juan Bosch y Horacio Quiroga a dos de sus más destacados exponentes. Ambos autores marcaron un hito en la narrativa breve, no sólo por la calidad estética de sus obras, sino también por la profundidad de los temas abordados, su capacidad para retratar las realidades humanas en contextos sociales y naturales específicos.
Aunque separados por el tiempo y el espacio —Quiroga, uruguayo nacido en el siglo XIX; Bosch, dominicano del siglo XX—, ambos comparten el dominio del cuento como forma literaria, pero lo emplean con propósitos y estéticas distintas.

Horacio Quiroga (1878-1937) fue un pionero del cuento moderno en América Latina. Influido por Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant, sus relatos están impregnados de un fuerte componente psicológico, un tono trágico y un estilo conciso y tenso.
Quiroga escribió sobre el hombre enfrentado a la naturaleza hostil, especialmente en escenarios selváticos como los de Misiones, en Argentina, donde vivió largos años. Su famosa obra Cuentos de la selva revela no sólo su interés por el mundo natural, sino también por la fatalidad y el destino, temas recurrentes en su narrativa. Para él la naturaleza no es simplemente un telón de fondo, sino un personaje más, poderoso e implacable.
En cambio, Juan Bosch (1909-2001), con marcada influencia de Antón Chéjov, sobre todo en su tratamiento de lo humano, lo cotidiano y lo aparentemente insignificante, es un narrador más centrado en lo social. En cuentos como La mujer o Dos pesos de agua, retrata con realismo y sensibilidad la vida de los campesinos dominicanos, víctimas del atraso, la injusticia y la pobreza. Su estilo es sobrio y elegante, con una prosa clara y sin artificios. Aunque también hay tragedia en su narrativa, esta surge más del contexto social que de una fatalidad existencial.
Bosch no busca causar horror ni dramatismo excesivo, sino mostrar la dignidad humana en medio de la adversidad. En este sentido, su narrativa tiene un profundo contenido ético y una vocación pedagógica.
Estos dos escritores comparten un enfoque narrativo directo, con un dominio notable del ritmo y la estructura del cuento. Tanto Quiroga como Bosch aplican con rigurosidad las reglas básicas del cuento moderno: brevedad, intensidad, unidad de efecto. De hecho, Quiroga escribió un decálogo del buen cuentista que todavía es referencia obligada para escritores del género.
Bosch, también teorizó sobre la narrativa breve en: Apuntes sobre el arte de escribir cuentos, donde enfatiza que un buen cuento no se basa en la novedad o lo insólito, sino en la intensidad con que se aborda un hecho, y en la capacidad del autor para aislar y limpiar ese hecho central.
Fue un maestro de la economía expresiva; cada palabra en sus relatos está medida para cumplir una función narrativa específica.
Sin embargo, mientras Quiroga explora los límites de la mente humana frente a lo incontrolable (la locura, la muerte, el accidente), Bosch ahonda en las tensiones sociales, en la injusticia estructural que sufren los más pobres. Un cuento de Uruguay o Quiroga como El almohadón de plumas está impregnado de un misterio macabro y de una atmósfera opresiva, que revela una visión casi pesimista del mundo. En contraste, el dominicano Bosch, aunque muestra la dureza de la vida rural, mantiene una fe en el ser humano, en su capacidad de resistir con entereza, como se observa en Luis Pie, donde un obrero haitiano es acusado injustamente, pero se muestra digno en su sufrimiento.
En cuanto al lenguaje, Quiroga tiende a un estilo más cargado, con imágenes fuertes y descripciones intensas que contribuyen a crear una atmósfera angustiante o sobrenatural. Bosch, en cambio, opta por un lenguaje sobrio y realista, que le permite retratar con precisión los diálogos y gestos del campesino dominicano, sin caer en la caricatura ni en la idealización.
Una diferencia significativa entre ambos radica también en su visión del autor como sujeto comprometido. Quiroga fue más bien un artista del drama individual, del destino trágico que se cierne sobre el hombre. Bosch, además de escritor, fue un político comprometido con la democracia y la justicia social. Esta dimensión se refleja claramente en su literatura, que busca iluminar las condiciones de vida de los marginados y denunciar las estructuras de poder que los oprimen.
En conclusión, Horacio Quiroga y Juan Bosch son pilares del cuento latinoamericano, cada uno desde su sensibilidad y su contexto. Quiroga representa el drama humano enfrentado a la naturaleza y a la fatalidad, con un estilo inquietante y cargado de tensión. Bosch, por su parte, retrata la vida de los pobres con compasión y realismo, usando la literatura como vehículo de conciencia social.
Ambos lograron hacer del cuento una forma literaria poderosa, capaz de revelar las más profundas verdades humanas en pocas páginas.
Por Nicolás Mateo
El autor es periodista y escritor.