Yo estoy bien con todos
Máximo Beras Goico me decía que hay seres humanos que no se juntan con todo el mundo.
Yaqui Núñez del Risco acuña una frase para referirse a los resentidos sociales tildándoles de derrotados del éxito ajeno.
Lo cierto es que existe la enemistad, y su producción y mantenimiento entre dos seres humanos tiene diferentes orígenes y modalidades.
Mucha gente se divorcia después de muchos años y, uno o los dos, se enemistan de forma gratuita de los amigos comunes.
Enemistarse no es solo alejarse, dejar de hablarse, sino que muchas veces se anidan el odio y el desprecio.
En el mundo de la política, el arte y el deporte, se producen con frecuencia conflictos de intereses que llevan a la rivalidad y a veces hasta a la violencia verbal y física. Sujetos que en un tiempo fueron aliados incondicionales, ahora son enemigos acérrimos.
Perencejo y yo éramos como hermanos, pero desde que esa mujercita se metió por en medio hubimos de distanciarnos.
En el campo de los negocios el pleito por el mercado, por el cliente o por el punto, genera serias enemistades y pugnas.
En los vecindarios, las pendejadas en que incurren nuestros hijos con los hijos de los vecinos, provocan enemistades que abarcan a familias enteras. Me voy a mudar para evitar una desgracia, dijo don Pepe después que su hijo ofendió al vecino.
El celo profesional entre gente que se destaca y los que no, pero también esa guerra sucia entre la mediocridad que vive tirando chinitas a los exitosos, se siente en la espalda como puñaladas.
La brincadera de un partido a otro (transfuguismo), propio de nuestra politocracia, crea heridas interpersonales imborrables, que a veces abarraca a grupos completos de gente fanatizada.
Decía un caro amigo que si uno aumenta mucho los estándares de calidad exigidos para hacer y mantener amigos te puedes ir quedando solo, pues el que no cojea de un lado, a veces lo hace del otro. En este predicamento otro de mis contertulios ha llegado a afirmar: Yo tengo conocidos, pero mis amigos se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos.
Llegado a cierta edad, los llamados amigos de infancia van desapareciendo con la muerte o por emigración.
Después de los 50 años es difícil cultivar buenos amigos. Aparecen los enllaves de ocasión, aliados por intereses y beneficios transitorios y en ese trasiego de relaciones, te vas quedando con un grupo reducido de gentes, pues la socialización sincera e íntima va de mal en peor. Los ingratos abundan.
Yo creo en la enemistad bien llevada por razones de principio; creo y ni siquiera la psiquiatría ni las religiones han podido resolverlo, que hay gente que no sirve, quiero decir que, en nuestra íntima evaluación, lo mejor es tenerla bien lejos.