Un exitoso médico confesaba ante un grupo de amigos: A ese don Pedro le agradeceré mientras vida tenga que me pagaba la inscripción en la Universidad.
Marco Tulio Cicerón dijo: La gratitud no sólo es la más grande de las virtudes, sino que engendra a todas las demás.
Mi abuela siempre me decía Cuídate de los ingratos.
Eckahart dijo: Si la única palabra que dijera en toda la vida fuera gracias, con eso bastaría.
La gratitud es un sentimiento de conformidad ante un servicio recibido.
Yo no tengo con qué pagarle a ese médico, afirmó un paciente que de forma gratuita recibió un servicio de un galeno que le salvo la vida.
Con frecuencia las familias que se ponen en oración ante la ingestión de alimentos, no sólo dan gracias a Dios, sino a las manos que elaboraron esta comida.
Desde muy chicos nuestros padres nos envían a dar las gracias al vecino que nos hizo un favor. Ahí arranca este sentimiento.
Resulta que personas que lo han tenido todo, creen, falsamente, que los demás se sienten obligados a servirles y olvidan los favores, los servicios y las deferencias que los demás han tenido para con nosotros y nuestros familiares.
Se ha dicho: Haz bien y no mires a quien; Da pero a cambio de nada. Cuando volvemos a la antigüedad el gran Quilón expreso: Si confieres un beneficio, nunca lo recuerdes; si lo recibes, nunca lo olvides.
Las políticas públicas centradas en hacer favores, en regalar alimentos y en otorgar facilidades para que la gente amortigüe su ancestral pobreza, va generando una distorsión de valores en la sociedad, llamada clientelismo.
¿A quién agradezco mi tarjeta de solidaridad?
¿A quién agradezco la beca de mi hijo?
Modesto la Fuente ha afirmado que La satisfacción de encontrar un solo agradecido compensa las amarguras de muchas ingratitudes.
El saltimpanquismo, ahora llamado transfuguismo ( es decir, seres humanos, dedicados a la política, que han enhestado todas las banderas y se han beneficiado de todas las gestiones gubernamentales), profesan un antivalor: le pagan a todo el que lo beneficia y así no le deben a nadie y es el otro el que tiene que agradecerle.
Juancho, un famoso proveedor de compras del Estado, decía lleno de orgullo: ¿Tú sabes la cantidad de politiquitos que yo he hecho millonarios? Y lo malo, agrega, es que ahora no me conocen.
Jean de la Bruyere aconseja: Sólo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud.
Es menester en esta tormentosa desvalorización, volver con humildad a nuestras esencias.
Agradecer a quien nos ha dado la vida, la salud, a quien quiere a nuestros hijos, en fin en la espiritualidad, dar gracias todos los días por el inmenso orgullo de estar vivos.