Tenemos un profundo miedo a mostrarnos vulnerables.
Las exigencias de la sociedad, del trabajo, de los estudios y de la familia nos invitan a la perfección y a «hacer las cosas bien y sin equivocarnos, como base para alcanzar el éxito».
En esta carrera por demostrar, más que por ser, nos vamos olvidando de que somos seres limitados y falibles.
La competitividad ha planteado una pasión por la excelencia y por la calidad total que genera un ejército de hombres y mujeres estresados que caen en depresiones, fobias y otras enfermedades en su afán desmedido por obtener reconocimientos, ascensos y presentarse como la maravilla en todos los lugares en donde se mueven.
Consultando la revista Sicología Positiva de este mes me entero de lo siguiente:
Existe una corriente en la moderna sicología que posiciona el error como una oportunidad y a nuestras limitaciones como un privilegio y han planteado la llamada Terapia de la Imperfección.
Su creador, el psicoanalista nicaragüense Ricardo Peter, ha planteado cosas como: «La tendencia a la perfección no es una solución, por el contrario es el problema de muchos seres humanos.»
¿Qué aconseja Peter?
1.- Ríase de vez en cuando de sus propios errores, acéptelos y cree caminos no tensos y con poca culpa para superarlos.
2.- Solo los que han amado, errado y sufrido son los que saben del amor. Eso de que «las crisis son oportunidades para crecer» es un predicamento cursi.
Lo que quiere decir el autor es que «los tropezones son los que nos hacen levantar los pies», de lo contrario, te quedarás en el suelo.
3.- El error es parte del resultado de nuestra propia conducta. Negarlo o achacárselo a los demás no ayuda.
Si asimilas el golpe y el sufrimiento que deriva de «tu metida de pata», te volverás más flexible y tolerante.
4.- Errar es de humanos, dice el pueblo. Es que cuando analizamos fríamente en qué hemos errado nos damos cuenta que de «estamos vivos» y que tendremos nuevas oportunidades para construir una experiencia basada en la superación de obstáculos.
Claro está que la personalidad de base es clave en todo esto. Los impulsivos, los emotivos, los resentidos, los autosuficientes y los que se sobrevaloran persisten en los mismos errores, jamás se excusarán, nunca reconocerán que fallaron, por el contrario, a veces, el nuevo error es peor que el anterior.
El autor citado termina con la siguiente reflexión, que puede ser válida para mis lectores de este domingo: «Si logramos reconciliarnos con aquello que somos, con las luces y las sombras, podremos tener una mejor relación con nosotros mismos, potenciar nuestra autoestima y, en consecuencias, mejorar nuestra relación con quienes nos rodean».