El nuevo programa del gobierno, “Déjala ir”, dirigido a hombres con conductas potencialmente violentas hacia sus parejas, busca romper el ciclo de la violencia de género mediante la reflexión y el acompañamiento.
Sin embargo, uno de los mayores desafíos para su implementación surge en ciertos sectores religiosos —particularmente entre aquellos con escasa formación teológica— que interpretan la Biblia de manera literal, alimentando así nocivas ideas de superioridad masculina.
Desde la perspectiva de muchos creyentes, las escrituras parecen justificar la subordinación femenina, apoyándose en pasajes como Génesis 3:16: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus embarazos; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”.
Cuando le dije a mi esposa que yo era su “señor”, solo se sonrió irónicamente. En la primera carta a Timoteo (2:11-12), el apóstol Pablo instruye que las mujeres deben “aprender en silencio, con toda sumisión” y “no enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre”.
Estos textos —presentes, con variaciones, en las tres grandes religiones abrahámicas—, si no se leen con una mirada crítica y contextualizada, perpetúan la idea de que la mujer debe estar subordinada al hombre. En mi opinión, la mujer que se deleita con estas lecturas sin cuestionarlas “es como el pavo que se alegra cuando llega la Navidad”.
Mientras algunos defienden estas interpretaciones literales, figuras públicas como Graciela Abinader, hija del presidente, han llamado a una lectura más razonada de la Biblia. Ella ha sido firme al afirmar que “quien usa la palabra de Dios sin entenderla, no está predicando fe, está predicando ignorancia”. Esta invitación a pensar la fe desde la razón es un desafío necesario.
La violencia de género no solo tiene raíces sociales y culturales, sino también religiosas, cuando las escrituras se convierten en justificación de prácticas abusivas. Muchos líderes religiosos, desconocen conceptos como la exégesis y la hermenéutica bíblica. Por tanto, el programa enfrenta el reto de sensibilizar a aquellos que, en lugar de cuestionar estos textos arcaicos, prefieren seguirlos al pie de la letra.
El verdadero desafío de “Déjala ir” es enfrentar a los agresores, y también a quienes, en nombre de la religión, continúan alimentando el ciclo de violencia con lecturas manipuladas y peligrosas. Es hora de que se rompan esos grilletes y se lea la Biblia con ojos nuevos: no para condenar, sino para proteger.

