Editorial

Desorden

Desorden

La revelación de que más de cinco millones de teléfonos móviles que operan sin estar registrados a nombre de sus adquirientes, refleja el grado de desorden que todavía matiza un quehacer cotidiano, donde “todo es todo y nada es nada”.

Al instituirse el sistema de emergencia las autoridades confrontan la ingrata sorpresa de que desde los celulares se han realizado la mayoría de las más de 43 mil llamadas necias recibidas por los operadores del 9-1-1.

Se sabe también que en el 98 por ciento de los casos de crímenes relacionados con narcotráfico, sicariato o secuestro, se utilizan teléfonos prepagados, activados sin que figure ningún nombre del dueño de esos aparatos, muchos de los cuales han sido sustraídos o robados en asaltos.

Ojalá que las autoridades y las prestadoras de servicios telefónicos cumplan su promesa de desactivar esos cinco millones de móviles sin dueños, que pueden ser usados para perpetrar crímenes o para realizar llamadas molestosas al 9-1-1. Ha llegado la hora de organizar al desorden.

¡Saluden al general!

 

Por méritos propios alcanzados en las gloriosas empresas políticas y bélicas de fundación de la República y después de restauración del lienzo tricolor arriado por la traición artera, la memoria histórica del general Matías Ramón Mella se hace merecedora de anidar por siempre en los corazones de buenos y verdaderos dominicanos.

Al cumplirse hoy el 150 aniversario del fallecimiento de tan digno integrante de la trilogía de Padres de la Patria, preciso es que las presentes y futuras generaciones eviten con su infinita gratitud que inexcusables nubarrones de olvido perturben la luz de fervor patriótico que irradia su extraordinaria figura histórica.

Valiente soldado, inteligente político, hábil diplomático, honrado servidor público, el general Mella puso siempre su vida, obra y bienes al servicio de la naciente República, proclamada por un trabucazo suyo, y también a la Guerra de Restauración, a la que se incorporó diezmado ya su cuerpo por la enfermedad que lo llevó a la tumba.

Una nación agradecida debería inclinarse hoy reverente ante el General Mella, Padre de la Patria, quien en lecho de agonía un día como hoy, y ante la imposibilidad de que su muerte coincidiera con la restitución de la soberanía conculcada, pidió que al morir su cuerpo fuera cubierto por la Bandera Nacional.

 

El Nacional

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