Por las posiciones que han asomado es obvio que no será tan simple y que se tomará su tiempo el despliegue de la fuerza militar que solicitó el Gobierno haitiano para enfrentar la inseguridad y la crisis humanitaria que afectan a la población.

Al sugerir el envío a Haití de una “fuerza de acción rápida” compuesta por militares de uno o varios países, el secretario general de la ONU, Antonio Gueterres, excluyó la participación de ese organismo.

Estados Unidos, que es el más llamado a liderar el proceso para la estabilidad de Haití, respondió que seguía la crisis con atención, “en particular las acciones en curso por parte de actores delictivos que obstaculizan la adopción de medidas urgentes para responder a la amenaza que plantea la propagación del cólera entre la población”.

Desplegar fuerzas internacionales no es una operación tan sencilla, pero Estados Unidos y los organismos internacionales no pueden sacar el cuerpo a la crisis que ha sumido a los haitianos en la desesperación. Para el pueblo llano la subsistencia se ha reducido a un ejercicio de vida o muerte.

Si las potencias y los organismos internacionales no actúan con presteza serán responsables de las muertes a causa de la inseguridad, el hambre y las enfermedades en la empobrecida nación.

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En lo que encuentran la fórmula más humana hay que evitar por todos los medios que las pandillas hagan más daños y que los males se agraven.