Editorial

Dios, Patria y Libertad

Dios, Patria y Libertad

Una orgullosa República Dominicana festeja hoy el 203 aniversario del nacimiento de Juan Pablo Duarte, su fundador, benemérita figura que inexplicablemente se mantiene alejada de una juventud ávida de referentes históricos que la vinculen con un auténtico fervor patriótico y ardorosa defensa de la soberanía nacional.

A Gobierno, clase política, sociedad académica y a todos los buenos y verdaderos dominicanos les corresponde redimensionar la figura del ilustre Padre de la Patria y posicionarla en los corazones de presentes y futuras generaciones, para que su ejemplo y pensamiento se consoliden y perduren como inexpugnable fortaleza de la dominicanidad.

Antes de cumplir los 25 años de edad, el patricio concibió y creó la sociedad secreta La Trinitaria, institución política y patriótica que organizó y motorizó la empresa separatista y encendió la llama independentista que no pudo apagar la bayoneta del Márqués de Las Carreras.

Hoy debe proclamarse a viva voz que Juan Pablo Duarte se erige como el más sublime ejemplo para la juventud dominicana de integridad, patriotismo, ética política, sacrificio y honradez, por lo que su emblemática figura ha de ser elevada a lo más alto de la admiración y respeto por su pueblo.

La imagen de Duarte no se encasilla en recuerdo etéreo, sino que es modelo y paradigma de dignidad y decoro, es luz que ilumina el camino, aún tortuoso sobre el que marcha la sociedad dominicana en procura de alcanzar el ideario del prócer, de una República libre y soberana, signada por la justicia y la equidad.

Aunque quienes pretenden despojar a los dominicanos de su memoria histórica mercadean la ausencia de Duarte como signo de desinterés, preciso es subrayar que el general Duarte estuvo presente cuando la patria requirió de su servicio en el frente de batalla o en el púlpito con el discurso firme de que Santo Domingo sería libre o se hunde la isla.

En estos momentos estelares de la historia dominicana, cuando imperios y metrópolis intentan reeditar la inaceptable tesis de la isla única e indivisible, la imagen de Juan Pablo Duarte se agiganta en los cielos de esta tierra de primacía, para advertir a propios y extraños que la bandera tricolor ondeará por los siglos de los siglos.

Entregadle, pues, a la juventud, el pensamiento y la obra duartianas, para que los hijos y los hijos de los hijos se escuden en su ejemplo y lleguen a completar su obra todavía inconclusa de Dios, Patria y Libertad.

El Nacional

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