A apenas horas para concluir su ejercicio constitucional, el Gobierno saliente ha recurrido a una cuestionable maniobra, en el mejor de los casos, al elevar a la categoría de diplomáticos de carrera a 57 embajadores.
Con la indelicada decisión se ponen en entredicho los méritos de algunos de los favorecidos al dejar la impresión de que con el ascenso solo se persigue protegerlos de la reestructuración en el servicio exterior anunciado por el entrante canciller Roberto Álvarez.
Se sabe de diplomáticos que no llenan los requisitos para el ascenso, pero será a través de una evaluación que Álvarez emprenderá con el ministro de Administración Pública que se determinará la viabilidad de la decisión.
Para evitar cuestionamientos que ensombrezcan su imagen y trayectoria los favorecidos, aunque merezcan la promoción, deben dar un ejemplo al rechazarla.

