Si a Rafael Méndez, periodista y congresista de Villa Jaragua, le abren un micrófono para preguntarle sobre el desarrollo de su pueblo, de inmediato dice que gracias a su esfuerzo esta es una tacita de cristal.
Avanza diciendo que él es un diputado de sacrificio, cuyo sueldo no le alcanza porque lo reparte entre hambrientos de su pueblo, regala pelota de baloncesto a deportistas, canastillas a embarazadas, a sabiendas de que ello en nada contribuye a la mejora de la situación que, por años sin término, ha mantenido de rodillas a Villa Jaragua.
Este congresista se expone a la mofa al tratar, en un vano esfuerzo de equiparar su bienestar individual con el resto de su comunidad, la cual palidece y se ahoga en la miseria y el atraso de sus gentes.
Nos abraza la tristeza y la impotencia cuando leemos los resultados del índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas, principalmente para las cuatro provincias del suroeste (Pedernales, Barahona, Bahoruco e Independencia).
Villa Jaragua, nuestro lar nativo, forma parte de este conglomerado de comunidades la cual camina totalmente de espalda a su progreso y bienestar colectivo. Pero aun así el diputado Rafael Méndez busca que le agradezcan su labor y aportes a un progreso que solo se observa en el entorno de los suyos y en las migajas que regala a quienes le favorecen con el voto en cada certamen electoral.
Este legislador dice que su gestión ha sido fructífera en términos personales, y se anima en querer repostularse, pues yo se lo creo, porque observo la sonrisa del progreso y la bonanza de su familia, la cual está expresada en un escandaloso salario mucho más alto que el del presidente de la