Las semanas previas al 31 de agosto visité varias veces el Centro Cultural del Brasil. Allí un único empleado, amabilísimo, me atendió y juntos planificamos la puesta en circulación de mi novela Sereio, traducción al portugués de Marco Oliveira, que ya se había lanzado en Lisboa, en la Fundación José Saramago, con el auspicio de nuestra embajada y la extrema eficiencia y amabilidad de nuestro embajador Miguel Ángel Prestol.
Entre los presentes estaba la directora de la OEI, quien se declaró fascinada con la novela y ofreció sus auspicios para ponerla a circular en Río, el año próximo.
Santiago Alonso se encargó de la estatuas vivas que representarían un sireno, una poeta del biscocho, con que celebraríamos el cumpleaños de Pedro Ureña, y teníamos planes de brindar caipiriñas y pan de queso, una delicia brasilera.
Como es de rigor invité a la embajada del Brasil, de este Brasil que tanto trabajo nos ha costado recuperar y por cuya causa luchamos tanto con el Gordo Oviedo, cuando a Lula el neofascismo brasilero lo mantuvo encarcelado tres años, e invitamos a todas las embajadas y amigos comunes a lo que creíamos sería una gran fiesta.
Para nuestro asombro, la noche anterior a la actividad el actual embajador del Brasil, Renan Leite Barreto, canceló la puesta porque “podía crear un mal espíritu entre Brasil y Dominicana” por centrarse la novela en el papel de las fuerzas militares brasileras en ¡el 1965! en el país y su rol como jefas de la mal llamada “Fuerza Interamericana de Paz”.
Creo que si el embajador hubiese leído la novela hubiera accedido a párrafos como este:
“Creo poder decir (dice el protagonista de la novela, un oficial brasilero que se concientiza aquí y solidariza con la dominicanidad) que vinimos engañados a impedir el surgimiento de “otra Cuba”, pero aquí no hay nadie, absolutamente nadie, que nos crea, y eso aumenta nuestro desconcierto y nuestra culpa”. Pág. 135.
Por eso le pido disculpas señor embajador. Ignoraba al invitarlo que usted estaba aquí en el 65 y que sus padres fueron parte de este despropósito, aunque usted debe entender que quien es presidente de su país, y a quien usted representa es al presidente Lula, quien hoy promueve exactamente lo contrario de lo que complotaron sus mayores.
Concluyo con la frase más celebre de Ruy Barbosa (Pág. 139):
“De tanto ver triunfar la insignificancia, … prosperar la deshonra, …crecer la injusticia, …agigantarse el poder en manos de los malos, el hombre llega a desanimarse de la virtud, a reirse de la honra, a tener vergüenza de lo honesto”.
Para su desgracia, no nos avergonzamos y esperaremos su partida para celebrar a nossa fiesta.