Opinión Articulistas

Distopía, caos y desaliento

Distopía, caos y desaliento

Elvis Valoy

528 años sin dolientes; la ciudad a la que se le llamó la «Primada de América», hoy está abandonada a su suerte, con montañas de basura, una insoportable contaminación que amenaza nuestra salud y la hediondez que a diario nos golpea las narices. Lamentablemente Santo Domingo es solo distopía, caos y desesperanza.

Este 5 de agosto la Capital arriba a su quingentésimo vigésimo octavo aniversario, número ordinal que hasta pronunciarlo resulta difícil, haciéndose más evidente cuando alguien sale a la calle y observa la triste y patética realidad de esta urbe merecedora de un mejor destino.

Fundada por Bartolomé Colón en la margen oriental del destruido río Ozama, y que luego Nicolás de Ovando trasladara a este lado, el Distrito es sólo la sumatoria de arterías llenas de hoyos, interminables apagones, inundaciones ante cualquier llovizna, manejo temerario de vehículos que ponen en peligro nuestras vidas, mugre y una delincuencia que no da tregua.

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El éxodo campo-ciudad (explicado magistralmente por la profesora Isis Duarte en su libro Capitalismo y Superpoblación en Santo Domingo) hipertrofió todas las vecindades citadinas, agudizando los servicios y creando una despiadada especulación con la tierra.

La flora capitalina ha sido cercenada; no hay árboles en la mayor parte del casco urbano, y sectores como Gascue, que tiempos atrás se caminaba sin que los rayos del sol tocaran la piel de la gente, ahora es un muladar desolado y desordenado compuesto por edificios de apartamentos y desechos nauseabundos.

Con el crecimiento metropolitano vertical, cada día se hace más difícil diferenciar las aguas potables de las servidas, como es el caso del «exclusivo» sector del Naco, en donde nadie sabe a ciencia cierta lo que se está echando encima cuando se decide a tomar una ducha.