Europa, que aún no se repone del contagio del crack financiero que se desató en Estados Unidos en 2008, ha sido convulsionada por la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial, con el ingreso a territorio continental de miles de refugiados procedentes de Asia y África. La fotografía del niño sirio Aylan Kurdi, de tres años, tendido sobre una playa de Turquía, al morir ahogado junto a su hermanito y su madre, se ha convertido en símbolo de un drama motivado por la barbarie y la miseria.
Solo por la frontera con Hungría han ingresado este año más de 150 mil refugiados procedentes de Siria y Libia, la mayoría decididos a llegar hasta Alemania, convertida en el anhelado sueño europeo.
Otra gran masa de inmigrantes camina a pie por el centro de Europa para alcanzar Austria, tras los territorios de Turquía, Grecia, Macedonia y Serbia, en una caravana de más dolor y angustia que esperanza y solidaridad. El Gobierno de Hungría instala una alambrada de 175 kilómetros de longitud y cuatro metros de altura en su frontera con Serbia, en un esfuerzo por impedir el ingreso de miles y miles de refugiados que arriban cada día.
Alemania y Francia sugieren que las naciones miembros de la Unión Europea acojan cuotas de refugiados, como forma de afrontar la crisis migratoria, pero los países del Este, Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia rechazan esa propuesta.
Expresiones de xenofobia afloran en la Alemania del Este, donde un alcalde fue obligado a renunciar por expresarse a favor de la acogida de inmigrantes, mientras que la canciller Angela Merkel ha sido acusada de “traidora” por anunciar que su país recibirá a los sin papeles.
Europa, Canadá, Rusia y Estados Unidos han sido responsables en mayor y menor medida de las guerras civiles, inestabilidad política, represión y miseria que padecen naciones de Medio Oriente, Asia y África, por lo que ahora deberían consensuar una solución al drama de los refugiados.
República Dominicana, que tiene a sus puertas el drama de millones de haitianos que sufren la más abyecta miseria, exclusión y represión, debería reflejarse en el espejo de la Europa de hoy. Solo que, contrario al viejo continente, la patria de Duarte no es culpable ni responsable del drama de Haití.