El horrible asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, tiroteado al instante en que salía de un mitin político en un colegio, obliga a una mirada retrospectiva de esa malhadada sociedad que no sale del modo pánico, y que se mantiene en un constante sobresalto.
La orgía de sangre en medio de la actual campaña electoral que culminará con las elecciones del 20 de agosto parece indetenible, y luce ser la respuesta de letales bandas que se disputan el negocio de las drogas en ese país suramericano, persiguiendo y eliminando a políticos que les son desafectos.
En febrero fue asesinado víctima de la incontenible violencia que se ha desatado en esa nación un aspirante a alcalde de la ciudad de Puerto López; igualmente cayó ultimado un candidato a diputado de la provincia Esmeralda; posteriormente resultó abatido de seis disparos Agustín Intriago, alcalde de la ciudad de Manta, acribillado junto a una joven deportista que se le había acercado para pedirle una ayuda.
Con una historia de alarmas que no se detiene ni en el «Punto más cercano al sol», como lo es el volcán Chimborazo, los 256,370 kilómetros cuadrados de Ecuador lucen tener pocos interludios de gobernabilidad, y el colapso de su estabilidad democrática aparece en cada periodo de su vida republicana: golpe de estado y nacionalización del petróleo en el año 1972; intento de golpe de estado en 1975; triunvirato en 1976; conflictos limítrofes con naciones vecinas; destitución del presidente en 1997; muerte cruzada de la constitución este año; etc.
Buscando superar las traumatizantes convulsiones y devaluaciones económicas, la patria del artista Guayasamín adoptó el dólar como moneda oficial en el año 2000, medida que ha golpeado y empobrecido inmisericordemente a la mayoría del pueblo que vive de un salario o una pensión.