Editorial

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Río de miseria-

El papa Francisco, en su primera misa de 2016, proclamó que un “río de miseria y violencia” se expande por el mundo y condenó “la opresión del hombre contra el hombre, además de preguntarse: “¿Hasta cuando la maldad humana seguirá sembrando la tierra de violencia y odio?

Como si presagiara que este año será signado por mayores niveles de injusticia y marginalidad, el pontífice se pronunció contra “la arrogancia del más fuerte que humilla al más débil arrinconándolo en los márgenes más miserables.”

Las palabras de Francisco estremecen los cimientos de una humanidad cada vez más lacerada por las guerras, terrorismo, hambre y persecución, que se convierten en “río de miseria” que anega de angustia y oprobio a millones de hombres, mujeres y niños.

En la víspera de la homilía papal, Wall Street y la Bolsa de Shanghái sufren desplome, el precio del petróleo pierde un 30%, el presidente de Francia admite que no ha podido vencer al terrorismo, Europa estuvo en estado de máxima alerta y el líder de Corea del Norte renueva su amenaza de desatar una guerra colosal.

Es por eso que ante “la rienda de violencia”, Francisco exhorta a refugiarse en el “océano de misericordia”, con el que la Iglesia ha consagrado al 2016, como Año Santo Extraordinario.

Para que se tenga una idea del mundo de contraste al que se refiere el pontífice, solo hay que decir que Microsoft obtuvo ganancia en 2015 por más de 53 mil millones de dólares, pero también se incrementó en millones los seres humanos que padecen hambre en el mundo.

Los dominicanos no deberían mostrar indiferencia ante el drama descrito por Francisco, quien también ha advertido que la apatía o indolencia es también enemiga de la anhelada paz y justicia a que aspira el ser humano.

Gobernantes y gobernados deberían reflejarse en el oprobioso espejo mundial, para poder así valorar en su justa dimensión la todavía precaria estabilidad democrática y procurar siempre consolidar el régimen de justicia y derecho, cuya plenitud es todavía tarea pendiente para buenos y verdaderos dominicanos.

El Nacional

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