Editorial

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Pandemónium –

De lunes a sábado, el Gran Santo Domingo se convierte en un pandemónium o capital del infierno, con interminables taponamientos de vehículos de los que ningún conductor puede escapar aunque realice mil volteretas por calles y callejones o cualquier vía alterna.

Las pérdidas económicas en combustibles y horas laborables a causa de la congestión vehicular deben calcularse en cientos de millones de pesos, sin incluir los daños a los vehículos y al medio ambiente y a la salud de conductores y pasajeros.

Túneles y elevados han resultado insuficientes siquiera para aliviar el flujo vehicular por calles y avenidas, lo que causa que los ciudadanos que abordan carros, minibuses o autobuses tarden horas en recorrer distancias que deberían cubrirse en cuestión de minutos.
El caos en el tránsito y transporte se atribuye de manera natural al enorme número de unidades que se agregan al parque vehicular, pero también al descomunal desorden que ocasiona el incumplimiento de la Ley de Tránsito o la forma selvática de conducir que prevalece en el ámbito urbano.

La Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) representa el papel de David ante Goliat, sin posibilidad de que pueda resolver el problema con el uso de una simple onda para impedir o detener la imprudencia de tantos conductores filisteos.

Los bancos aprobaron créditos en 2015 por más de 14 mil millones de pesos para la adquisición de vehículos de todo tipo, pero el Estado no invierte en prevención de accidentes viales ni de reorganización del tránsito para aliviar o conjurar los taponamientos.

Son muchas las fórmulas que se sugieren para afrontar una situación que no solo causa pérdidas en el Producto Interno Bruto (PIB), sino también irritación, estrés y daño a la salud, por lo que urge que se afronte una situación definida ya como muy grave.

La solución o desmonte de ese pandemónium debería empezar por la estricta aplicación de la Ley de Tránsito contra conductores temerarios o irresponsables, sin perder un solo minuto en diseñar y aplicar un tipo de reingeniería vial que agilice el tránsito y que al menos alivie tan infernal caos.

El Nacional

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