Abril por siempre
La nación conmemora hoy el 51 aniversario del inicio de la Revolución de Abril de 1965, episodio histórico, trágico, glorioso y aleccionador que puso en relieve la irrenunciable decisión del pueblo dominicano de no permitir jamás que cercenen la democracia ni conculquen sus derechos.
Ese levantamiento popular tuvo su origen y causa en la estocada trapera contra el imberbe espacio democrático que significó el derrocamiento por grupos militares, económicos y eclesiásticos del gobierno democrático del profesor Juan Bosch, el 25 de septiembre de 1963.
El retorno a la constitucionalidad sin elecciones fue la consigna asumida por jóvenes oficiales, soldados y gente del pueblo que se lanzaron a las calles de Santo Domingo contra el régimen ilegítimo del Triunvirato que colmó de represión y corrupción a la sociedad dominicana.
Al final de 1963, lo más granado de la juventud dominicana, liderada por Manuel Aurelio Tavárez Justo, ascendió “las escarpadas montañas de Las Manaclas”, en un fallido intento por restaurar la democracia que concluyó con el asesinato o muerte de la mayoría de los combatientes, sin que sus verdugos pudieran despojarlos de la dignidad y el decoro que legaron a la Patria.
En 1965, miles de muertos y heridos fue el saldo de intensos bombardeos de la Aviación Militar y de feroces combates en barrios de la zona norte de la capital, hasta que la insurrección se convirtió en Guerra Patria al producirse la segunda intervención militar de Estados Unidos, el 28 de abril de ese año.
La revolución constitucionalista figura en la historia dominicana como un suceso glorioso que presentó a un pueblo decidido a recuperar el control de su destino y a no permitir que los detritos de la tiranía asfixiaran sus ansias de libertad política y de justicia social.
Fue también un suceso trágico porque arrojó una estela de luto y dolor por tantos muertos y heridos y porque sin escrúpulo político y sin sentido de la historia obró para dividir a la sociedad y conculcar la soberanía nacional.
Presentes y futuras generaciones tienen imperecedera deuda de gratitud, respeto y admiración hacia los héroes y mártires de la Revolución de Abril, un episodio de gloria y tragedia que se erige como advertencia a tiranos y traidores de que el pueblo dominicano no permitirá jamás que se vulnere su democracia.