Editorial

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Incesante ruido.-

La sociedad dominicana no avanza en los términos que demandan las circunstancias porque carece de una cultura de diálogo y padece de un síndrome que la hace confundir comunicación con ruido y la intolerancia con la razón.

Es por eso que los ejercicios dialogantes emulan el pasaje bíblico de la Torre de Babel, porque cuando se trata de alcanzar consenso aquí nadie habla el mismo idioma.

Gobierno y clase dirigente parecen divididos entre quienes creen que el queso tiene sabor a jabón y los que sostienen que es a la inversa, que el jabón sabe a queso.

Aunque se afirma que el mal radica en que cada uno procura defender sus intereses, ventajas o conveniencia, parece que entre autoridades, políticos, empresarios y sociedad civil prima el deseo de imponer sus criterios o que entre el mar.

Para poder aplicar la Estrategia Nacional de Desarrollo, que supone conjurar los grandes males sociales, institucionales y económicos en un plazo hasta 2030, se requiere que los actores nacionales acomoden la carga y halen la cuerda en una misma dirección.

Penosamente, la población asiste a un coliseo del absurdo, donde cada cual compite en irracionalidad sin conceder espacio al buen juicio o al interés de la nación porque en esa competencia gana quien demuestre ser más estrambótico.

Gobierno, poderes públicos, clase política, empresariado y sociedad civil están compelidos a cesar el ruido y ejercer un sano esfuerzo dialogante en procura de solución a los problemas relacionados con el sector eléctrico, salud, fiscal, seguridad pública, ley de partidos y reforma electoral.

Todos deberían saber que desde hace tiempo la sociedad dominicana no logra conciliar el sueño a causa del incesante ruido que producen los cornetines del sectarismo y la irracionalidad. Hay que aprender a hablar, pero también a escuchar.

El Nacional

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