Editorial

 El “situado”

 El “situado”

Más de cuatro siglos han transcurrido desde aquellas penurias en la Isla Hispaniola por el retraso  de la aportación económica de la monarquía española para cubrir los gastos de las guarniciones y de la burocracia colonial. Hoy en día, los dominicanos  aguardan con impaciencia por otro tipo de “situado”, como son las divisas que ingresan por remesas, turismo, inversión y exportación. Hacia  el siglo XVI,  el “situado” ascendía a unos 250 mil reales que  llegaban con muchos meses de retraso, lo que se traducía en miseria y reducía las actividades económicas al  simple intercambio de los escasos bienes que se producían en la isla.

Hoy, la economía dominicana  recibe por las vías citadas más de 15 mil millones de dólares anuales que no alcanzan para suplir los compromisos de importaciones de  alimentos, materias primas y bienes terminados, así como del servicio de la deuda externa.

Es por eso  que  desde hace tiempo se registra un déficit en  la cuenta  corriente de la balanza de pagos, como resultado de que cada año fiscal es menos los dólares que ingresan a la economía que los que salen, lo que se atribuye  a que la economía cada vez importa más y exporta menos.

Como hace  cuatro siglos, los dominicanos literalmente  dependen para vivir de los más de tres mil millones de dólares que aportan por vía de remesas los compatriotas residentes en el exterior, sin  cuyo “situado” no sería posible hablar de progreso ni gobernabilidad.

El impacto de una reducción  en los ingresos por turismo, estimados en más de tres mil millones de dólares, sería más devastador que las vicisitudes causadas por el retraso del “situado” en tiempos de la colonia, como también constituiría una catástrofe que se reduzca el promedio anual de dos mil 500 millones de dólares en inversión extranjera.

A pesar de que la suerte de la economía  está atada  al mentado sector  externo, los dominicanos  en su mayoría viven y dependen, como  en los tiempos de la colonia, a la espera del “situado”, sin entender que se requiere adecuar las estructuras productivas a un modelo económico que ayude a liberar tanta dependencia financiera. Lo peor de todo lo constituye la dolorosa realidad de un liderazgo político y productivo que se ha conformado con  ingresar a la larga fila de  quienes  han resignado su vida a esperar que el maná baje del cielo, sin llegar a concebir  la idea de que para progresar hay que trabajar noche y día, sin atar su futuro al  “situado”.

El Nacional

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