—Esa bola, esa bola—, gritaban los niños (yo estaba ahí) cuando algún batazo jugando béisbol, cruzaba la pared del oratorio y colegio Don Bosco, cayendo en el tanque del acueducto, ubicado detrás del centro juvenil y educativo, chillidos que buscaban afanosamente, ver si alguien en ese lugar se dignaba en devolver la pelota al campo deportivo.
Todo eso acontecía en los primeros años de los setenta, antes de que pasara la avenida 27 de Febrero, arteria que borró todo vestigio de la barriada citadina, y eliminó una gran parte de los terrenos que ocupaba el oratorio y la escuela salesiana.
Aprobado por el Congreso Nacional de esa época, ese estanque radial, situado en la calle San Juan Bosco esquina Rocco Cocchia, y que le ha dado agua a toda esa zona durante casi 100 años, fue construido en el año 1929 por el gobierno del caudillo mocano Horacio Vásquez.
Considerándose el primer acueducto capitalino, esta fuente del preciado fluido se abastece del río Isa, y pasa a repartir el líquido por gravedad. Para el levantamiento, Vásquez emitió en el año 1926 bonos por 10 millones de dólares, a una tasa de interés de 5.5 por ciento anual, redimibles en 14 años, y a una prima de un 1 por ciento, títulos estatales de los que se extrajeron 2 millones 500 mil dólares para su realización, que además incluyó un sistema de cloacas y pavimentación de las calles.
Los planos fueron preparados por el ingeniero T. Howard Barnes, y los contratistas fueron Adriano González y Miguel Ferreira. En el tomo 1 del libro Horacio Vásquez, Mensajes y Memorias 1924-1930, compilado por Ricardo Hernández, aparece una amplia documentación sobre la obra.