El cierre de estaciones expendedoras de combustibles decretado la semana pasada, que el gremio que aglutina esos establecimientos amenaza con repetir, constituye una medida de fuerza para obligar a las autoridades a disponer de mayores márgenes de ganancia en la comercialización de derivados del petróleo. Ocurre que todos los intervinientes en la importación, distribución y despacho de combustibles exigen o pretenden una mayor tajada en el pastel de beneficio de una actividad que moviliza cerca de cien mil millones de pesos, pero siempre a costilla del consumidor.
La Asociación Nacional de Detallistas de Gasolina (Anadegas) paralizó por varias horas el despacho de combustible con la expresa finalidad de que el Gobierno acepte aplicar un aumento en la rentabilidad de las operaciones de las gasolineras asociadas, lo que implicaría aumentar el precio a los consumidores.
El Ministerio de Industria tramita exoneraciones o regalo de combustibles por decenas de millones de pesos a empresas y transportistas, pero esos beneficiarios acostumbran a llorar con el buche lleno y rehúsan transferir a clientes o usuarios los beneficios de esas exenciones o dádivas.
En todos los escenarios de reclamos de importadores, distribuidores o detallistas de combustibles, el consumidor siempre pierde, pues las autoridades acostumbran a sacrificarlo con elevar los precios de derivados, electricidad y transporte, para poder sacar castañas del fuego.
Esta vez, se reclama que el Gobierno no sea vulnerable al chantaje y cumpla con su obligación de defender o garantizar los derechos de usuarios y consumidores, aunque Anadegas paralice la venta de combustibles, o los choferes insistan en su amenaza de aumentar el precio del pasaje.
La clase media y los sectores populares no deberían pagar platos rotos del desorden o caos que prevalece en la importación y comercialización de combustibles, a través del cual una minoría se enriquece, en perjuicio de la mayoría. Al Gobierno le iría mejor si intenta lidiar con la ley en manos ante tantas fieras que no sacian su sed de obtener excesivas ganancias por vía de prácticas desleales de comercio, en vez de lapidar los bolsillos y la economía de los consumidores, porque tanto da la gota en el cántaro…

