Editorial

El circo

El circo

Sin esperar que se levante la carpa electoral, el circo político ha iniciado ininterrumpidas funciones, esta vez con asistencia o participación de sectores que antes no figuraban en cartelera, al menos no como actores, aunque sí como titiriteros o encargados de boleterías.

Con tantos shows al aire libre, la distracción, no el disfrute, del público parece garantizada, porque serán muchos los magos y trapecistas en escena en repetidos esfuerzos por llamar atención colectiva a base de ensayada espectacularidad.

A partir de ahora será menos el tiempo disponible para que gobierno, partidos, sector productivo y sociedad civil presten atención a temas básicos insertos en la agenda de urgencias nacionales, porque el circo opera en tandas extendidas 24/7.

Por lo antes expuesto, pasa inadvertida la visita de una misión del Fondo Monetario Internacional (FMI) con fines de, como cada año, revisar las cuentas nacionales y cumplir con el encargo de repetir las mismas recomendaciones que nunca se cumplen.

El FMI ha advertido sobre la necesidad de reducir el subsidio al sector eléctrico, frenar el endeudamiento, reducir a cero el déficit fiscal, cumplir con la ley de capitalización del Banco Central, aumentar las reservas de divisas y disminuir las exenciones fiscales.

A grupos y sectores comprometidos con significativos aportes de propios sacrificios en beneficio del bien común, les parece mejor emplear su tiempo en dar volteretas mediáticas en el improvisado circo de opinión pública, en el errado convencimiento de que de esa manera la población olvida la quimera de equidad y justicia.

Actores ni bufones circenses alcanzan a entender que en todo el mundo todavía se forman tormentas generadas como desprendimiento de la gran crisis financiera de 2008-2009, que han provocado el retraso de la recuperación de la eurozona, la disminución del impulso de la economía de China y la reducción del crecimiento en América Latina.

Líderes y dirigentes desperdician el tiempo ensayando saltos mortales y trucos de magia, sin entender que el futuro de esta nación pende del buen juicio y elevado sentido patriótico de quienes hoy desempeñan el penoso papel de actores y bufones.

El Nacional

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