Es una guerra declarada a la sociedad. La delincuencia no da tregua. Estos execrables y protervos malhechores, que con sus acciones demuestran que no son más que parte de la “basuraleza humana”, se han ido fétidamente imponiendo, hasta convertirse en una ominosa realidad que asesina y roba sin miedo a nada ni nadie.
Únicamente están a salvo de esta cacería de inocentes los funcionarios y jerarcas del gobierno, que se movilizan con un ejército de policías y militares a sus espaldas.
No salgo de mi espanto, llenándome de tristeza y confusión la noticia servida por el prestigioso periódico El Nacional, en la cual informa que dos hombres simularon un accidente de tránsito, llamando a una ambulancia del Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad, mejor conocido como el 911, y a punta de pistola asaltaron al personal paramédico que acudió en su “auxilio” en la ciudad de La Romana.
El personal del 911 que asistió a la emboscada le fue sustraído sus celulares y la flota de la unidad, que son sus instrumentos de trabajo, ignorando estos criminales engendros de la miasma más siniestra fecundada en el mismo infierno, que esas personas salvan vidas, y hasta en las guerras más crueles, la bandera blanca los protege.
Hay que ser un desalmado licántropo de la calaña más vil para poner en peligro la vida de hombres y mujeres que se arriesgan a diario para salvarnos.
En el más brutal bajo mundo de la delincuencia hay códigos que se respetan, pero estos deletéreos “carajos” tocaron fondo, exhibiendo un total menosprecio por la gente.
Ojalá que cuando sean atrapados, les caiga todo el peso de la ley, y que sus infestados cuerpos sean enviados a la más sombría de las celdas, que creo que ni así pagarían el crimen cometido.