Bouvelar para hacer trizas a los ratos de ocio, en una circularidad libre como candilejas de airecillos que flechan hacia su mosaico arquitectónico, en frío invernal y en la terapéutica de otras estaciones, El Conde romántico se apisonó como la columna larguirucha de la comunicación dominicana entre 1927 y 1990.
Vernácula en la cubierta como entablado de hazañas patrióticas y refugio de poetas con buena aura, teóricos de trascendencia humana y destornillados con indumentarias estrambóticas, El Conde acogió placenteramente a los primigenios periódicos y revistas, estaciones radiales, agencias publicitarias, salas de cine, imprentas, librerías, academias y sellos disqueros.
Esta vereda, originalmente con farolas para el alumbrado, coches tirados a caballos y carruajes de cuatro ruedas impulsados por carburantes, atrajo a su pecho a solteronas con crestonas, a señoritas con sombreros, doncellas vestidas con blusas, casadas con listeras y a mozos varoniles con pantalones largos, se engalana en el pedestal de un pasado de popularidad y glorias.
Y reluce teniendo como telón de fondo a la primera calle del Nuevo Mundo, Las Damas; el parque Colón, la Catedral Primada de América, el primer Ayuntamiento, en la esquina con Meriño; el edificio Baquero, en la intersección con la calle Hostos, que en 1928 se coronó como el rascacielos más alto (siete pisos), con el primer ascensor de las Antillas, así como el edificio Copello, sede del Gobierno constitucional de Francis Caamaño.
Principal ícono comercial de la capital en el período 1920-1990, El Conde embrujó como club espacioso de entretención para viandantes exhibicionistas y referencial artístico-cultural; como bohemia en los restaurantes Paco (con Palo Hincado), que ofrece servicios las 24 horas del día, y el restaurante Panamericano (con Sánchez), que era visitado por banqueros y políticos.
También, se guardan en el recuerdo el Bar-restaurant Rossi, añoñados los parroquianos, entre copa y copa, por una vellonera que soltaba boleros y merengues aireados en el devaneo amoroso; La Cafetera (entre 19 de Marzo y Duarte), “habitué” tertuliano de intelectuales, políticos y artistas, y la cafetería El Conde/Meriño, frente al parque Colón, visitada por poetas y turistas.
La senda protagonizó dos aconteceres insuperables. En 1927 principió el teléfono automático de Santo Domingo, en la Dirección General de Correos y Telégrafos, en la calle Separación (El Conde) esquina Colón (Las Damas). Y en 1930 fue inaugurado, en el Edificio Diez de la calle 27 de Febrero (luego Del Conde), el servicio directo Santo Domingo-Nueva York de la Radio Corporation of America, con un intercambio de mensajes entre los presidentes dominicano Rafael Trujillo Molina y de Estados Unidos, Herbert C. Hoover.
Desde los años finales de la década de 1920, en su trazo -y en sus afueras- prodigaron, copiosamente, medios de comunicación social heterogéneos, melenudos y con donaires.