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El dataísmo

El dataísmo

Alberto José Taveras

Para el historiador y catedrático Yuval Noah Harari, autor de “Sapiens: De animales a dioses”, “Homo Deus: Breve historia del mañana” y “21 lecciones para el siglo XXI”, el dataísmo no venera a dioses ni al hombre, sino a los datos.
El término dataísmo fue acuñado por el periodista canadiense-estadounidense David Brooks en un artículo publicado el 4 de febrero de 2013 en el New York Times y afirmaba que el mismo es la filosofía más influyente de nuestro tiempo, defiendiendo la idea de confiar en los datos para reducir los sesgos cognitivos del cerebro humano a la hora de tomar decisiones.

El dataísmo defiende que el universo no es más que un flujo incesante de datos y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de los mismos.
Para los dataístas el cerebro humano y los ordenadores tienen una composición muy similar ya que ambos se rigen por algoritmos, en el cerebro se basan en el carbono, y en los ordenadores, el silicio.

Estos alegan que en los próximos años la Inteligencia Artificial será capaz de desarrollar unos algoritmos tan complejos como los del cerebro humano, sin sus limitaciones biológicas.

Como en toda “religión” existen mártires, el primero del dataísmo fue Aaron Swartz, quien se suicidó en el 2013 tras ser detenido por haberse descargado cerca de 3 millones de documentos secretos de la Corte Federal de Estados Unidos.
Fue Yuval Noah Harari, autor del best sellar mundial “Sapiens”, quien reivindicó la figura de Aaron Swartz como el primer mártir del dataísmo.

En su libro, “Homo Deus: Breve historia del mañana”, Harari considera el dataísmo como una nueva religión post-humanista.

Así como el cristianismo nació en Judea, el dataísmo o la llamada religión de los datos, lo hizo en Silicon Valley, siendo un término utilizado para describir la mentalidad, filosofía o religión creada por el significado emergente de la big data, la inteligencia artificial y el internet de las cosas.

Sin lugar a dudas las plataformas como Google, Facebook, Outlook o Amazon conocen sistemáticamente nuestros gustos, hábitos, preferencias, páginas que visitamos, nuestros amigos, preferencias políticas, etc.
El procesamiento de toda esta información producirá un perfil detallado nuestro ayudando en la toma de decisiones con poco margen de error.

En definitiva, la libertad de información es el valor supremo, los algoritmos, sus sagradas escrituras, y la Inteligencia Artificial, su sumo sacerdote.