
Tropas de Estados Unidos abandonan el 30 de agosto de 2021 la ciudad de Kabul, capital de Afganistán, terminando una ocupación de 20 años.
Las derrotas, porque no de otra manera pueden definirse, de Estados Unidos en Vietnam (1965-1975), y este agosto 31 en Afganistán (2000-2020), demuestran de manera fehaciente y contundente, que ese país sólo ha sabido ganar guerras regulares, pero no irregulares.
Demuestran que el poder de armas sofisticadas y “de punta”, ha sido superado en Vietnam como en Afganistán por armas pequeñas, fusiles de asalto AK-47 y M16, morteros y lanzagranadas, en poder de una mayoría étnica en ambos países, de campesinos descalzos, hambrientos, analfabetos, sin gran entrenamiento militar, pero galvanizados en un cohesivo ideal patriótico, fundido en inquebrantable propósito, todo lo contrario del intruso invasor.
McNamara
La perversa y luciferina tesis del siniestro ministro de Defensa estadounidense Robert S. McNamara, y del otro perverso secretario de Estado, Henry Kissinger, de la “teoría del dominó”, resultó una patraña para justificar un genocidio, porque no se produjo en ningún país del Sudeste asiático, lo propio su tesis de saturación criminal de bombardeos a Vietnam y Camboya, y minar el Golfo de Tonkín, con resultados terribles de un genocidio, descalabrar y arruinar países pobres e indefensos para condenables propósitos de dominio geopolítico del imperio.
La perversidad genocida de la guerra de Vietnam ocasionó la muerte de 5.7 millones de vietnamitas y 558,159 soldados estadounidenses, costando al contribuyente US111 mil millones, a precios actuales US800 mil millones.
Millones de vietnamitas sufren aún hoy efectos de herbicidas y del defoliante químico llamado Agente Naranja, dejando un país devastado donde arrojaron más de 300 mil toneladas de explosivos, más que en la Primera y Segunda Guerra Mundial.
Idéntico a la justificación del presidente George Walker Bush de invadir Afganistán persiguiendo o buscando a Osama Bin Laden, que resultó escondido y asesinado en Pakistán, por la unidad élite Delta Seals, baluarte del Estado Islámico (EI), frontera sur oeste con Afganistán.
Sin cabida a torcidas especulaciones, EE. UU. ganó la Primera (1914-18) y Segunda Guerra Mundial (1939-1945), guerras regulares, con el colosal apoyo en ambos casos de Francia, Reino Unido y la extinta URSS, sucesos sangrientos donde aportó más del 40% de los muertos.
Cierto, ganó solo la guerra naval del Pacífico en Leyte, y los marines en Tarawa, Okinawa, Saipán, Guadalcanal, las Marshalls, Nuevas Hébridas, Marianas, Filipinas e Iwo Jima, con altísimos precios de bajas, y conquistando Iwo Jima con lanzallamas, punto estratégico para el asalto a Japón. El presidente Harry Truman se decantó por estrenar la guerra atómica en Iroshima y Nagasaki el 5 y 9 de agosto 1945, matando en ambos impactos más de 400 mil nipones.
Talibanes
La caída de Kabul en manos del talibán este agosto 16 recordó a la humanidad un símil de Saigón el 30 de abril de 1975, con el trepidar de huida en ambos casos de militares y personal estadounidense residentes en ambas ciudades, y referente al caso afgano, miles de mujeres nativas, temerosas del rigor talibán con 29 cláusulas que disminuyen los derechos humanos femeninos, convirtiéndolas en una cosa, no en un ser humano.
El costo de la guerra en Afganistán al contribuyente estadounidense fue de US2,261 billones de dólares, unos 300 millones de dólares diarios, donde cuatro mil contratistas resultaron super millonarios, con 144 mil millones de dólares, 66 mil militares afganos y 47,245 mil civiles muertos, y 2,448 militares norteamericanos y un panorama de país devastado, idéntico a Vietnam.
Ahora la enorme tarea y reto del talibán es reconstruir su arrasado país en 20 años de guerra de agresión del imperio, comenzando por la unión de los distintos sectores de la cotidianidad afgana, disponiendo del 80 por ciento de los cultivos de opio del mundo, de donde se elabora la cocaína, que el talibán sabrá comercializar.
Así como el tesoro de sus tierras raras, el litio, que es la principal, las 60 mil toneladas de cobre, 2,200 millones de toneladas hierro, vetas de aluminio, oro, plata, mercurio, zinc, que el talibán evidentemente decantará comercializar con Rusia y China.
Nunca con quien destruyó su país, donde ahora inicia su vendetta.
Por: UBI RIVAS