Editorial

El infierno

El infierno

Al caos y la anarquía que trastornan el tránsito en el Gran Santo Domingo se agrega la insólita situación de que los ciudadanos han sido virtualmente desalojados de las aceras y pasos peatonales, con lo cual lo que debería ser una imponente metrópolis, se reduce a un insoportable infierno para caminantes y conductores.

A los transeúntes se les obliga a caminar por las calles o a cruzar transitadas avenidas en extremas condiciones de peligro porque pueden ser atropellados por guaguas, patanas, carros, motocicletas, que por demás obstaculizan los cruces peatonales.

Constructores de edificios depositan sus materiales en las aceras y parte de las calles o avenidas, como si tuviesen patente de corso para violar la Ley y acentuar el asfixiante caos citadino.

Dueños de establecimientos comerciales, incluidos restaurantes, colmadones y tiendas de licores se apropian de áreas públicas para extender sus negocios, mientras otros mentados padres de familia instalan todo tipo de tarantines, sin que ninguna autoridad diga siquiera esta boca es mía.

Como si todo lo anterior fuera poco para comparar a Santo Domingo y otros centros urbanos con el “Infierno” de la Divina Comedia, extensas áreas de aceras, contenes, calles y avenidas están ocupadas por improvisados vertederos que además atentan contra la salud pública.

Lo menos que se puede exigir de los ayuntamientos es que hagan cumplir la Ley con el inmediato retiro de las aceras y espacios públicos todos los obstáculos que impiden que los ciudadanos puedan transitar libremente.

Las aceras se han convertido también en lugares de estacionamiento de vehículos livianos y pesados, sin que la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) disponga su retiro e incautación.

Tan acentuado es el caos que describirlo con palabras no es suficiente, porque intentar caminar, transitar en vehículo o cruzar una vía pública representa ya un peligro extremo y una injustificable situación de angustia y rabia que vive cada día la ciudadanía.

El Nacional

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