Tan elevados son los niveles de angustia ciudadana por el auge de la delincuencia y criminalidad, que gran parte de la población cree que ese flagelo se frena o se disminuye si la Policía reprime con dureza a los delincuentes, una receta de alivio temporal que se aplica como si el mal estuviera en la sábana.
La inseguridad ciudadana es una vieja tumoración sobre la anatomía social cuya gravedad queda al desnudo cuando afecta al tejido correspondiente a la clase media, que responde alarmada ante la desorbitada violencia e intranquilidad.
Atracos, robos, asaltos, violaciones, asesinatos y homicidios constituyen el día a día en los asentamientos urbanos donde no llega la equidad social o económica, por lo que la novedad de hoy es que el virus se ha expandido hasta sectores residenciales cuyos inquilinos se consideraban inmunes a esa enfermedad.
El auge de la delincuencia y la criminalidad tiene múltiples causales, como también su abordaje requiere de un conjunto de medicamentos de orden social, económico y jurídico, entre los cuales no figura la sugerencia de matar delincuentes.
Se admite que en lo inmediato urge frenar la espiral delincuencial para la cual es prudente aumentar el patrullaje preventivo, pero es preciso advertir que congestionar la vía pública de policías no resuelve de manera definitiva tan grave problema.
El Gobierno ni el Congreso han podido conciliar un programa nacional de combate o prevención de la delincuencia, aunque sobran leyes para desalojar a los delincuentes de las calles, pero hace falta que fiscales y jueces asuman su rol de someter y condenar a los antisociales.
No se olvide que una sociedad que no protege a los menores ni promueve valores en el seno de la juventud, no puede aspirar a la tranquilidad, menos aun cuando no impulsa de manera decisiva programas de promoción de la educación, capacitación y generación de empleos entre ese segmento mayoritario de la población.
Duele decirlo pero, aun cuando en los anaqueles altos de la sociedad se origina el delito o crimen de cuello blanco, el tipo de delincuencia que hoy agobia a la ciudadanía tiene su origen en la inequidad social y económica, cuestión que no se resuelve matando delincuentes.