El reconocimiento del que fue objeto recientemente el Lic. David Collado, exalcalde del Distrito Nacional, llenaría de mérito a él y a su imagen, y regocijaría a los conciudadanos que lo siguen, pero deja un metamensaje República Dominicana. Fue reconocido por los logros de su gestión, pero con singular ponderación a la transparencia con que manejó sus funciones públicas. Fue otorgado por el Consejo de la Legislatura Municipal de San Juan, Puerto Rico. Si en República Dominicana se estilara actuar con transparencia en el accionar público, especialmente en el capítulo económico y financiero, tan normal hubiera sido la gestión de David Collado que hubiera pasado desapercibida. Pero al ser excepción en nuestro país, su gestión adquiere una notoria dimensión que lo distingue de la vasta cosecha de corruptos paridos casi puro por nuestra patria.
Así como Puerto Rico, país muy cercano y amigo de R D., vive muy bien informado de la histórica falta de transparencia gubernamental en nuestro país, especialmente en los 20 años de gestión del Partido de la Liberación Dominicana, el mundo entero, por aquello de la globalización, vive completamente enterado del comportamiento de nuestros gobernantes. Esto es, que para vergüenza nuestra, todos los países del globo terráqueo saben que las instituciones públicas que controla el gobierno central, lo mismo que la mayoría de los ayuntamientos liderados por ellos, estuvieron o están corrompidos con el consentimiento de los respectivos gobernantes de su hegemonía. Tan permanentes y sin parangón han sido los actos corruptos de esa pléyade, posicionado en el No 1 el mandato del presidente Medina, que sus buenas obras han sido opacadas y relegadas a segundo y tercer plano.
La gestión pública de David Collado igual que la de Milagros Ortiz Bosch, constituyen paradigmas de transparencia, pulcritud y honestidad en la práctica administrativa de los bienes del Estado. Son dos modelos totalmente distintos al común de los funcionarios del Estado, conducta que les ha granjeado innúmero reconocimientos, por comportarse como manda Dios, la Ley, la Ética y la Moral de todo administrador/a de bienes ajenos. de bienes ajenos. La de David Collado fue una obra ordinaria, pero adquiere la dimensión de excepcional al contrastarla con la conducta putrefacta que hoy nos arropa y el pus que nos asfixia.
Lic. Santiago Martínez