Si viajáramos 3,800 millones de años atrás, nos encontraríamos un planeta desgarrado que gira a toda máquina escupiendo borbotones de magma entre sus grietas.
El día duraba cinco horas y la atmósfera estaba cubierta de una niebla espesa sin oxígeno. En estas condiciones tan poco propicias surgió la vida.
No se sabe cómo empezó, pero sí que se trató de una relación química entre átomos y moléculas que se atraían y repelían.
La primera pista de origen de la vida se obtuvo en 1970, cuando se observaron columnas de agua hirviente que brotaban de la falla de las islas Galápagos.
Viaje al fondo de la Tierra.
Siete años más tarde, una expedición estadounidense descubrió una riqueza animal enorme tras aquellas columnas, así como chimeneas hidrotermales de las que emanaban sulfuros metálicos en ebullición.
El agua de mar se filtraba por las fumarolas y se cargaba de minerales y gases, a partir de los que algunas bacterias, capaces de vivir a más de 100°C, extraían hidrógeno, lo unían al CO2 y formaban materia orgánica.
Así podían prosperar sin luz solar. Quizá, pues, el primer organismo vivo no fue una célula libre formada en una sopa de elementos, como propuso Darwin, sino que se gestó en un laberinto rocoso de células minerales en las entrañas de la Tierra.
La celula compleja
Las bacterias y tal vez las arqueas otros seres unicelulares unicelulares- fueron las únicas gobernantas del planeta durante 3,000 millones de años.
Cuesta entender cómo estos seres tan «aburridos» por su simpleza (o también llamados procariotas) dieron pie a las células complejas -eucariota: que forman los animales y las plantas.
Precisamente es el núcleo, donde se almacena el ADN, lo que las distingue de las bacterias.
Pero hay más diferencias entre ellas: por ejemplo, las eucariotas son entre 10,000 y 100,000 veces más grandes que las bacterias -la mayor es el huevo de avestruz-, tienen orgánulos -compartimientos con funciones concretas- y son capaces de engullir otras células.
Corriente directa
Las hipótesis más consensuadas sobre el paso de procariota a eucariota apuntan en una dirección: los procesos simbiogenéticos, esto es, el intercambio de material genético entre diferentes bacterias con distintas ‘habilidades’.
Para el microbiólogo Carl Woese, los eucariotas nacieron por la fusión de arqueas y bacterias. Y para Nick Lane, la clave está en las mitocondrias, orgánulos celulares que tienen su origen en bacterias devoradoras de oxígeno Las mitocondrias son las centrales energéticas de la célula y no parecen ser el mejor lugar para almacenar genes -iProducen descargas eléctricas-, aunque tienen los suyos bien resguardados.
Por eso, se cree que los eucariotas inventaron el núcleo, donde conservan celosamente su molécula de la herencia. De este modo, además, quedaba garantizado el suministro de energía eléctrica.
(Cristina Sáez)