El periodista articula palabras entre susurros, casi en el silencio que se desliza por el viento que abraza a los árboles. Parrafea con escalofríos en las fibras sensitivas de los temores, acicalado por el talante retórico ultraconservador y en los cauces convencionales del ecosistema mediático.
Sumiso, comedido y espantado en los sobresaltos de la velocidad informativa, el reportero no denuncia, no expresa su punto de vista ni critica, en el pecado de la omisión, para que no le cojan mala voluntad ni granjearse enemigos. No asiste a eventos internacionales, porque entra en pánico viajar en aviones.
Corresponsal primero y cronista después, no se mete en enredo ni se coloca en apuros para no crearse angustia y, peor, para que no lo empujen desde una escalera, o cuelguen de un árbol.
Para ejercer su profesión sin fisuras, cumple con franqueza, jurídica y gramaticalmente, los preceptos del decálogo:
1.- Signo de inteligencia. En la universidad se graduó con honores y participa en cursos y diplomados, y lee muchos libros, la mayoría prestados.
2.- Terreno pantanoso. Cuando las informaciones son controversiales y encierran denuncias peligrosas, solicita que no les coloquen su firma o nombre.
3.- Teclear con todos. En el Estado ejecuta sus tareas laborales con eficiente responsabilidad laboral y a cabalidad los horarios de trabajo. No asume compromisos con partido alguno, por lo cual aparece en las nóminas de distintos gobiernos.
4.- A escondidas. Le gusta que las noticias que escribe sean publicadas anónimas. Protege, a capa y espada, la confidencialidad institucional y el secreto profesional.
5.- Sin sangrar los ojos. Su lema: no ofender a nadie ni buscarse problemas, por lo que rehúye del runruneo y el cuchicheo.
6.- No prender fuego. Escribe artículos de opinión, los lee numerosas veces y se los da a su pareja y amigos de confianza para que sean revisados, a fin de que eliminen palabras y párrafos que puedan causar molestias o ser mal interpretados.
7.- Caminando solo. No se inscribe en ningún gremio profesional, y cuando piensa hacerlo sería bajo la condición de no aceptar cargos directivos, no asistir a las asambleas.
8.- No follar. No le interesa impartir docencia, porque pagan poco y para no formar nuevos profesionales que los desplacen de su trabajo.
9.- Para no llorar. A los jefes les pide que no les manden a cubrir servicios complicados y escenarios con alta probabilidad de que ocurran incidentes o acaecimientos mortales.
10.- Medalla de oro. Prefieren trabajar en empresas, en oficinas del Estado, en el entretenimiento y en los programas de entrevistas y educativos.
La timoratez modula en el andamio del razonamiento y como filosofía de vida, sin navegar contracorriente. Se empina cuan comportamiento reduccionista, en una neutralidad sin asumir riesgo.