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El peso del pasado

El peso del pasado

Luis Pérez Casanova

Dondequiera se cuecen habas. La frase aplica a la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos de eliminar el derecho al aborto, una prerrogativa que llevaba más de 50 años en vigencia. Pero ante un fallo que tiene muchas otras connotaciones, entre las cuales destaca el peso de las estructuras de poder heredadas de anteriores administraciones, la lectura tiene que ser más profunda. Esa decisión se tomó por intereses políticos y no sobre la base de la justicia o para velar por la salud reproductiva.

No por coincidencia seis de los nueve jueces que votaron contra la interrupción del embarazo fueron propuestos por presidentes republicanos y los tres que lo hicieron en contra por demócratas. Entre los muchos mensajes que manda el fallo está el del gran peso que tienen las estructuras burocráticas del pasado en la toma de decisiones, sobre todo en lo que respecta a bloquear o anular leyes que concuerdan con los cambios para reducir las desigualdades y abonar el camino de la justicia social. La sociedad dominicana tiene que prestar atención y sacar conclusiones, más todavía en una coyuntura tan particular como la actual.

En el pasado los cambios políticos que buscaban imponer partidos liberales solían frustrarse por la resistencia de viejas estructuras de poder heredadas de dictaduras y gobernantes autocráticos, así como de partidos con largos períodos de gobierno. Históricamente ha resultado casi imposible construir un nuevo orden sin extirpar de raíz aparatos y culturas enquistados en la burocracia.

Lo ocurrido en Estados Unidos con el aborto, por demás otro paso atrás que lo aleja del liderazgo que demanda su prédica a favor de las libertades, debe ser bien entendido en República Dominicana en el sentido de que sin reformas profundas, sobre todo en el aparato judicial, será una aventura la lucha contra la corrupción y a favor de la igualdad. Los casos que se han visto son suficientes para preocuparse; justifican la necesidad de una depuración o reestructuración del sistema judicial, a fin de que la base de sus ejecutorias sea el derecho, bienestar colectivo y no intereses particulares.

No es verdad que las democracias constituyen un obstáculo para los cambios políticos. Al no operar como las dictaduras, en que el orden responde a la fuerza, tal vez lo son para la celeridad con que se necesitan y reclaman. Si el liderazgo político pone en primer plano el interés de las grandes mayorías sobre sus ambiciones es mucho lo que se puede avanzar en la construcción de instituciones que se rijan por leyes. Se pueden citar muchos países, incluso de la región, que hoy son ejemplos de respeto a los principios y mejoría de las condiciones de vida de sus habitantes.