Editorial

El premio

El premio

Al premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa le asiste derecho a censurar o criticar cualquier iniciativa jurídica o política que asuma una nación aun no sea la de su propio nacimiento o la que adoptó por voluntad propia. Lo que no tiene derecho es al insulto contra un gentilicio soberano y digno, como el dominicano.

Ese escritor dijo que con la sentencia del Tribunal Constitucional que consigna la decisión del constituyente desde 1929 de que a los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos aquí no les corresponde de manera automática la nacionalidad dominicana, el país reedita el concepto de la superioridad racial enarbolado por la Alemania nazi.

En un artículo publicado en el diario español El País, del 3 de noviembre de 2013, titulado “Los parias del Caribe”, Vargas Llosa refiere que esa sentencia declara apátridas a más de 200 mil dominicanos de origen haitiano y que parece directamente inspirada en leyes hitlerianas de los años 30 y 40 dictadas para despojar de la nacionalidad alemana a los judíos.

En no pocos escenarios internacionales el afamado escritor reiteró su criterio de que aquí se reeditaba la sociedad nazi, pese a que conoce muy bien la idiosincrasia de los dominicanos que conviven en todas partes con sus pares haitianos.

Lo primero que debería saber Vargas Llosa es que la sentencia de referencia no despojó a ningún dominicano de su nacionalidad, sino que declaró en situación migratoria irregular a hijos de indocumentados y ordenó al Estado y al Gobierno regularizar el estatus de esos ciudadanos, lo que se hizo mediante una ley y un reglamento.

El señor Vargas Llosa se hace merecedor de todos los premios disponibles en anaqueles de la literatura, pero también debe entenderse que un Gobierno y un pueblo ofendidos a los que él compara con la Alemania nazi, no debe distinguirlo con un premio que alude a don Pedro Henríquez Ureña, un dominicano universal.

A Vargas Llosa no se le censura porque condenó la sentencia del Tribunal Constitucional, sino porque usó su vasto prestigio mundial para decir que Hitler habría renacido en esta tierra de primacías, una afrenta imperdonable que no merece ser premiada con un galardón que obviamente por otorgarlo un gobierno tiene connotación política.

Los dominicanos no tienen motivo para avergonzarse ni para aceptar sumisamente que se compare a esta nación con la Sudáfrica del apartheid ni con los campos de concentración del Tercer Reich, tampoco para ofrecer la otra mejilla después de la bofetada artera.

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación