Editorial

El último eslabón

El último eslabón

Las autoridades involucran a 22 personas en la planificación, soporte y ejecución del asalto a la cárcel de Nayajo, durante el cual murieron cuatro reclusos y dos oficiales penitenciarios, lo que indica que se trató de una empresa criminal con objetivos ulteriores también de grandes proporciones.

En la trama participaron diez reos y otras 12 personas, incluido un discapacitado que introdujo al penal dos pistolas y un revólver dentro de la prótesis que utiliza porque le falta una pierna, por lo que esa operación fue ejecutada por sendos comandos armados, uno dentro y otro fuera de la cárcel.

Se revela también que en el operativo participó un segundo vehículo aportado por la esposa de uno de los reclusos abatidos durante el asalto perpetrado por hombres armados con un fusil M16, metralleta Uzi, pistolas, granadas fragmentarias y lacrimógenas.

Aunque el propósito de ese asalto sería el de producir la fuga de presos en la cárcel de Najayo, el fin último sería de reorganizar o fortalecer bandas de sicarios con la finalidad de perpetrar crímenes mayores, incluidos asesinatos, secuestros y otras tropelías vinculadas con el narcotráfico.

Ministerio Público y Policía realizaron una efectiva investigación que permitió identificar a involucrados en esa trama criminal sin precedentes, pero hace falta ahora determinar cuáles serían los actos criminales que se encomendaría a los sicarios que se pretendía liberar a sangre y fuego.

 

Abismo de dolor

 

El procurador general de México presentó tétricas evidencias que indican que 43 estudiantes de magisterio desaparecidos desde hacía 45 días fueron quemados y asesinados por sicarios del narcotráfico, en un basurero de la ciudad de Iguala, en el sureño estado de Guerrero.
Los jóvenes fueron apresados por la Policía, entregados por órdenes del alcalde y su esposa a la banda Guerreros Unidos, cuyos integrantes los trasladaron hasta el vertedero donde ejecutaron la masacre que ha sumido a México en un abismo de dolor.
Esa tragedia, que conmociona a toda América y al mundo, ha de servir de doloroso ejemplo para que todos los pueblos del planeta Tierra asuman conciencia de que el narcotráfico es sinónimo de terror, muerte y dolor.

El Nacional

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