El Colegio Dominicano de Periodistas renueva sus autoridades el día 25 del presente mes y uno de los candidatos es Rafael Polanco, un veterano comunicador cuya aspiración es sustentada por siete movimientos, los cuales agrupan a cientos de informadores públicos en todo el país. Polanco cuenta con un ambicioso programa, en el que sobresalen trascendentes ejes, enfatizando la institucionalización del gremio y la dignificación de la profesión.
Quien suscribe suele sufragar en los eventos electorales del CDP, favoreciendo, en los últimos certámenes, a Mercedes Castillo, Olivo de León y Aurelio Henríquez, que son buenos amigos, pero la mejor forma de contribuir a la construcción de una auténtica democracia es mediante la alternabilidad y abogando por el concurso de todos los periodistas en las decisiones de la agrupación, por lo que hay consenso en que la mejor opción es Polanco.
“Danilo, yo soy un hombre de 70 años, que mi única motivación es institucionalizar el CDP, lograr la dignificación de la profesión y entonces dar paso a una nueva generación”, dijo el candidato al suscrito. Observé mucha humildad y quedé convencido de que que no iría al colegio detrás de lucro personal ni mucho menos a perpetuarse.
La verdad es que hay rechazo al círculo vicioso de los líderes del Movimiento Marcelino Vega, que tienen más de dos décadas al frente del CDP, mientras el edificio de la entidad registra deterioro, lo que pudo solucionarse con una autorización del presidente al Ministro de Obras Públicas. Pura negligencia. Se puede lograr mucho más. Y precisamente Rafael tiene en agenda la construcción de dos clubes para los periodistas dominicanos, uno en Salinas, Baní, y otro en el Gran Santo Domingo.
Sin embargo, más importante que las obras físicas es la aprobación de una ley periodística en consonancia a los nuevos tiempos y que reúna necesidades tan inaplazables como seguro médico, plan de viviendas y pensión adecuada para los periodistas, reivindicaciones nunca antes logradas (por falta de diligencias) y sin depender de la caridad del presidente de turno, el cual, si le parece, otorga ayudas que aparentan estar destinadas a mendigos, no a profesionales universitarios.