En la adversidad se conoce el verdadero carácter de los líderes. Eso es lo que ha ocurrido precisamente con el presidente Luis Abinader, quien asumió y gobierna en uno de los trances más difíciles de la historia, ciertamente el más duro en lo que va de siglo, y en una crisis económica que no se había visto en más de cincuenta años. Sin embargo, pone “el pecho a la bala”.
El 16 de agosto del 2020 Abinader tomó las riendas del Estado cuando atravesábamos una pandemia. Hay que recordar que, en aquel entonces, no había vacunas a la venta ni se habían sentido aún las consecuencias del parón económico a nivel global. Así y todo, el presidente manifestó optimismo, determinación y esperanza, y dijo que tan pronto se pudiera, el país recibiría las vacunas para inmunizar a la población y superar la crisis sanitaria. Dicho y hecho, en febrero del 2021, llegaron las vacunas, se presentó el plan y hoy, un año más tarde, más del 70% de la población tiene todas sus inoculaciones.
No obstante, el presidente ya visualizaba su próximo gran desafío: la pandemia económica. Así las cosas, aunque el país marcha a nivel macroeconómico de forma sobresaliente, con un crecimiento anual superior al 12% en el 2021, actualmente el clima de recuperación global está limitado por una marcada inflación y el precio del petróleo a 125 dólares, agudizado a su vez por el conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, lo que empujaría los precios del crudo a 140 dólares por lo menos.
En vista de esto, el gobierno ha accionado con medidas concretas, entre las cuales están el subsidio a los combustibles cuando el barril esté por encima de los 85 dólares y por debajo de los 115, durante cuatro meses, asumiendo un sacrificio de por lo menos 600 millones cada semana, es decir, unos 16 mil millones de pesos. Además, el presidente anunció un programa de subsidio directo al sector transporte.
Otra medida económica paliativa será el envío de urgencia al Congreso Nacional de un proyecto de ley para reducir a 0% los aranceles aplicados en la frontera con Haití a la hora de importar productos de la canasta básica, una medida a aplicar durante seis meses.
A nivel social, iremos al rescate de los sectores más vulnerables, invirtiendo un 2% del PIB adicional en programas especiales de venta de comida; en Supérate, en los subsidios del Bono Gas, la ampliación de raciones de alimentos en comedores económicos, así como en la instalación de más mercados populares del INESPRE y nuevas bodegas de venta directa de productos. Un gobierno para la historia.