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Emperador versus presidente

Emperador versus presidente

Johnny Marte Valoy

Edmund Burke dijo: «Cuanto mayor es el poder, más peligroso es el abuso». La figura histórica y política del emperador ha estado esencialmente conectada con la idea del poder.

Desde la antigüedad hasta nuestros días, un emperador (emperatriz en el caso femenino) ha sido el gobernante o monarca de un imperio. Su gobierno se realiza dentro de un territorio. En efecto, a lo largo de la historia han existido numerosos imperios y emperadores, estos últimos en su gran mayoría fueron soberanos absolutistas, a la cabeza de grandes fuerzas militares e importante centros económicos y culturales.

El origen del término “emperador” proviene del latín imperator,derivado del verbo imperare, es decir, “comandar las tropas”. Si nos situamos en la antigua Roma, el término emperador formaba parte de las tres formas del poder que existieron en esta civilización: potestas (mando civil de los magistrados electos), auctoritas (las autoridades de los expertos y sabios del Senado Romano) y el imperium o mandato militar.

En Roma, aconteció que la República pasó a convertirse en una autocracia; en la misma los gobernantes tenían el control del Estado y por ende de las tropas militares. Podría decirse, sin lugar a dudas, que los emperadores eran monarcas absolutos, en cuya voluntad recaía el mando pleno del Estado.

Con independencia de que los poderes más específicos del emperador dependían de la naturaleza misma del imperio, las prerrogativas más comunes de esta figura estaban:

  • En el mando de la fuerza militar y del orden público del imperio.
  • El mando de la organización religiosa.
  • La asignación y creación de cargos públicos.
  • La organización de la economía.
    Todo lo dicho hasta aquí, sin embargo, contrasta notablemente con lo que debería de ser hoy en día un presidente de una República, sea un régimen parlamentario o presidencialista. En este último caso, o sea, el régimen presidencialista la figura del presidente se ha de diferenciar de la de un emperador tradicional básicamente por la limitación en sus prerrogativas o atribuciones.
    De hecho, cabe señalar que existen dos atribuciones o funciones que podrían diferenciar en tiempo y espacio las acciones de un presidente en contraste con la de un emperador o dictador: el impartir justicia y el legislar o dictar leyes.
    En el orden constitucional dominicano, la Carta Magna establece en su art. 4 que el gobierno es esencialmente civil, republicano, democrático y representativo. Además, se divide en Poder Legislativo, Poder Ejecutivo y Poder Judicial.

Por: Johnny Marte Valoy

jhonymartevaloy@gmail.com

El Nacional

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