Grandes manifestaciones convocadas de manera simultánea en más de 200 ciudades de Brasil han tomado por sorpresa al gobierno de Dilma Rousseff, acosado por una aguda crisis económica y varios escándalos de corrupción, que amenazan con desembocar en crisis política e institucional.
En Río de Janeiro, la Policía calculó en 580 mil el número de participantes en una marcha contra la presidenta y el gobernante Partido de los Trabajadores (PT), que bajo el liderazgo de Luiz Inácio Lula da Silva , condujo a la nación carioca a las puertas del desarrollo.
El drástico cambio en el escenario económico de América Latina ha impactado severamente en Brasil, con la reducción en sus exportaciones de materias primas a China, India y Europa, lo que combinado con un incremento de la inflación (7,7%), aumento del desempleo y devaluación de su moneda, colocan al gigante latinoamericano al borde de la recesión.
Ningún partido político de oposición ha podido reivindicar esa cadena de manifestaciones que se afirma no tiene precedentes en tiempos de democracia en ese extenso territorio, pues las jornadas de protestas fueron convocadas a través de las redes por movimientos sociales.
El escándalo de corrupción desatado en la empresa petrolera estatal Petrobas ha sido el detonante de un extendido malestar social con raíces primarias en la crisis económica y financiera, que ha puesto a la presidenta Rousseff en una situación de crisis económica, política y social difícil de afrontar.
Los gobiernos de América Latina deberían abrevar en la amarga experiencia que padece hoy Brasil, una nación con infinitos recursos naturales, tecnológicos, económicos y humanos, que hace apenas seis años se situó como una potencia emergente, miembro del grupo BRICS (Brasil, Rusia, China, Sudáfrica), las economías de mayor auge en el mundo.
De justicia es afirmar que durante casi un decenio Brasil experimentó un crecimiento promedio de su economía entre un 4% y un 7,7%, un nivel de progreso que reflejó equidad al sacar de la pobreza y llevar a la clase media a casi casi 40 millones de brasileños.
Hoy, a causa de la baja previsión de crecimiento de China y Europa, por la reducción de precios de materias primas básicas y por la mejoría en la economía de Estados Unidos, Brasil se coloca en un santiamén al borde de la recesión y al filo de una convulsión política y social.