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Enigma en Gringolandia

Enigma en Gringolandia

Luis Pérez Casanova

La incertidumbre que en el pasado caracterizaba los procesos electorales en la región, de la que todavía quedan rezagos en algunos países, se ha trasladado a Estados Unidos, que durante años fue un ejemplo de respeto a las instituciones democráticas, con su consecuente tolerancia al libre juego de las ideas. Las votaciones del 5 de noviembre abren un angustiante abanico de dudas en torno a la actitud que asumiría el engreído candidato republicano Donald Trump en caso de no alzarse con la victoria.

Trump, quien cuenta con el apoyo militante de magnates como Elon Musk y del poder económico de su país, estima que no puede perder las elecciones frente a una rival como la demócrata Kamala Harris, a quien ha descalificado con todos los epítetos. Y por tanto parece preparado para sublevar a sus tropas si esa posibilidad se da. Aunque circunstancias distintas ya lo hizo en 2021 con el asalto que patrocinó del Capitolio para tratar de impedir la proclamación del entonces presidente electo Joe Biden, sin importarle las consecuencias.

Esa historia que desde su fundación ha convertido en Estados Unidos en cuna de la democracia y de la alternabilidad nunca se había tornado tan incierta como en el actual certamen electoral. Mitos como el de que no importa si el presidente de la nación sea demócrata o republicano han saltado por los aires con el discurso y las actitudes asumidas más por Trump que por la vicepresidenta Harris. El expresidente, que califica a los inmigrantes como animales que han contaminado la sociedad norteamericana, defiende más el poder personal, como los dictadores, que las instituciones.

Estados Unidos, que ha sufrido grandes disturbios como reacción contra abusos de poder, pasó por una cruenta guerra civil. Las elecciones de noviembre próximo no llevan a pensar en otro acontecimiento similar, pero sí en una perspectiva incierta cualesquiera sean los resultados.

Si Trump pierde, como en efecto puede ocurrir ante el empuje de Kamala Harris, puede darse por descontado que no aceptará los resultados. Y si gana, como también es probable, con el discurso de odio que ha enhebrado y su proclama autoritaria, su país dejará de ser el paraíso de la democracia y la tolerancia frente a las minorías.

En la región el principal aliado de Trump es el argentino Javier Milei. Pero también actúan o piensan como él gobernantes de la calaña de Nicolás Maduro, Vladimir Putin y Benjamín Netanyahu. Gane o pierda, la actitud que asumiría el candidato republicano en uno u otro caso, convierten las elecciones de Estados Unidos en una réplica de los procesos que en una época que caracterizaba la lucha por el poder en la región.