Al ser la principal causa de muertes, los accidentes de tránsito se han convertido en la peor de las epidemias. Ninguna enfermedad provoca tantas víctimas fatales como la temeridad de los conductores y las pésimas condiciones de los vehículos, sobre todo del transporte público, que se desplazan por calles y carreteras. Por el flujo de pasajeros, la Navidad es una época en que, por diferentes factores, las tragedias suelen multiplicarse.
Las autoridades tienen su cuota de responsabilidad en choques y vuelcos que ocurren con frecuencia, dejando siempre un elevado número de muertos y heridos. Muchos vehículos no reúnen las más mínimas condiciones mecánicas para circular y de los conductores no se sabe siquiera si poseen licencia. Lo que se ha comprobado en muchos casos es que la fiscalización y supervisión de las entidades correspondientes se reduce a su mínima expresión.
Del peligroso desorden no se puede excluir a los dirigentes de gremios, quienes no se ocupan de educar ni verificar si los vehículos y conductores cumplen con los requisitos para prestar el servicio. Y de ahí que sea tan oportuno el llamado del director de la Autoridad Metropolitana del Transporte (Amet) a presidentes de los sindicatos para que instruyan a sus miembros a respetar las leyes de tránsito para evitar el caos y prevenir accidentes.
Es obvio que si todos contribuyen menos luctuoso, inseguro y deficiente es el servicio del transporte. Eso no quita, como advirtió Frener Bello Arias, que Amet cese en la fiscalización y la adopción de medidas en cumplimiento de lo establecido por la Ley 241 sobre tránsito y sus modificaciones. Por las razones que fueren esa autoridad, que es tan fundamental para ordenar el transporte, ha brillado por su ausencia.
Se tiene que aplicar la ley a los conductores que se excedan en límites de velocidad, que monten más pasajeros de lo establecido, transiten sin luces o con neumáticos en mal estado e incurran en otras violaciones. Con estas medidas se puede obtener más seguridad de los pasajeros y del propio conductor. De igual manera se evitarían los inconvenientes en las vías públicas.
Si los transportistas no cooperan, como es su responsabilidad, las autoridades tienen que hacer su papel para que los accidentes de tránsito dejen de ser la principal causa de muertes y representar la peor de las epidemias que azotan el país.