El militar y héroe que ocupó la presidencia constitucional de la República durante la revolución que inició el 24 de abril de 1965, Francisco Alberto Caamaño Deñó, mantuvo una conducta bipolar y desconcertante a lo largo de su participación en la contienda bélica, asegura Leopoldo Espaillat Nanita.
Lo demostró “desde su inexplicable denuncia del movimiento de Donald Reid Cabral, la deserción a las tareas militares a su cargo con su asilo la noche del lunes 26 hasta la mañana del martes 27, cuando el presidente provisional José Rafael Molina Ureña lo designa jefe de operaciones militares en lugar de Hernando Ramírez”, sostiene.
Espaillat Nanita sustenta sus juicios en el libro de Arlette Fernández: “Coronel Rafael Fernández Domínguez, fundador del Movimiento Militar Constitucionalista”.
También se apoya en el relato que de Francisco Alberto hace Claudio Caamaño, en su libro “Caamaño: Guerra Civil de 1965”, donde lo retrata como “una persona en situaciones depresivas”.
Espaillat Nanita afirmó que fue auxiliar del presidente provisional Molina Ureña, y que durante el bombardeo del Palacio Nacional estuvo al lado del mandatario hasta su salida hacia la embajada norteamericana y posteriormente a la embajada de Colombia donde se asilaron.
El propio Molina Ureña lo definió como el cabecilla del movimiento de profesionales universitarios que el 27 de febrero de 1965 proclamó un manifiesto, con 3,500 firmas que pedían la vuelta a la constitucionalidad.
Movimiento
Considera el Movimiento Constitucionalista como un ejemplo único en América Latina, como expresión de rebeldía nacional a la dominación foránea. Lo ve como la conjunción de la conciencia profesional y patriótica de un grupo de militares encabezados por el teniente coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, líder e inspirador del mismo.
Cree que el período clave de los acontecimientos de abril es el transcurrido desde el domingo 25 al martes 27, siendo el día más crítico este último, cuando Molina Ureña asumió la presidencia bajo las armas, y la evidente traición a sus responsabilidades como mando militar constitucionalista de parte de Hernando Ramírez y Caamaño Deñó en sus inconsultas visitas a la embajada de Estados Unidos.
Destaca, que según lo informado a Washington por Benjamin Ruyle, primer secretario de la embajada “a eso de las 3:00 de la tarde del 27 de abril de 1965 se presentaron a la embajada de EE.UU. el coronel Caamaño Deño y el coronel Hernando Ramírez en compañía de otros 6 hombres uniformados, quienes fueron a pedir un alto al fuego, a lo que Ben Ruyle preguntó a Hernando Ramírez ¿Debe o no entenderse que ese cese se basaba en la voluntad del grupo de examinar la formación de una junta militar con vista a la celebración de elecciones?
La respuesta de Hernando fue afirmativa y no hubo objeciones de ninguno de los presentes, inclusive Caamaño.
Espaillat Nanita asegura que cualquiera que fueran las circunstancias atenuantes, la acción de esos militares era un golpe de Estado contra Molina Ureña, lo que equivalía a renunciar a su estatus de oficiales “constitucionalistas”.
Reconoce, sin embargo, que uno de los visitantes a la embajada de EE.UU. dijo que no se podía proceder sin la aprobación del presidente (Molina Ureña), por lo que Ruyle sugirió que el grupo debía comunicarse con Molina. El propio Ruyle fue a Palacio en busca del presidente, escoltado por un pequeño grupo de oficiales constitucionalistas.
Molina en Palacio
El arquitecto narró que Ruyle encontró a Molina Ureña en un pequeño corredor del Palacio, rodeado por 8 o 10 personas entre civiles y militares, pero cuando se le hizo la propuesta de abandonar, este se negó. Según narró el norteamericano la Casa de Gobierno estaba destrozada por el bombardeo.
“Tras la partida de Ruyle, Molina Ureña fue objeto de una diversidad de presiones, las que iban en una sola dirección, puesto que los partidarios de continuar la lucha no estaban en Palacio para defender su opinión, sino en las calles, cerca del Puente Duarte, desafiando los tanques de Wessin. Fue así que ante la difícil situación de falta de apoyo de sus líderes militares, que actuaban ya sin su consentimiento, Molina Ureña cedió”.
Peña Gómez
Espaillat Nanita acusa a José Francisco Peña Gómez de despojar y apropiarse del mérito ajeno con el propósito de asumir el control del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), erigiéndose como única figura, acción con la que entiende perjudicaba a Molina Ureña.
Sostiene que después de Peña Gómez obtener el relato de Molina Ureña sobre el proceso de organización del movimiento constitucionalista, a través del programa radial Tribuna Democrática, procedió a proclamarse su organizador.
Rivalidad
Espaillat Nanita explicó que en 1965 surgió el divisionismo entre los constitucionalistas que perdura a través de la historia, tanto entre civiles como en militares.
En lo civil, entre Peña Gómez y Molina Ureña, porque el primero resentido de su marginación del Movimiento, intrigó contra el segundo acusándolo “falsamente” de haber huido del Palacio Nacional, con la consecuencia histórica de que a su vez, el PRD controlado por él, lo ignoró sistemáticamente.
En los militares, ocurrió entre Caamaño y Fernández Domínguez, porque el primero fue convertido en un ícono de la “izquierda”, prefiere al segundo, con quien no tuvo vínculos.