Editorial

 ¿Espectáculo?

 ¿Espectáculo?

Después de los ataques terroristas  sobre las Torres Gemelas y el Pentágono, en Estados Unidos se padece una especie de paranoia respecto a la posibilidad de que se perpetre otro atentado, por lo que con justificada razón se mantiene un alerta latente a los fines de  frustrar cualquier acto de terror.

En ese marco, el  alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, ha ofrecido la espectacular  historia de José Pimentel,  un  estadounidense  de origen dominicano, por demás simpatizante de Al Qaida, al que se acusa de planificar explosionar bombas contra  autos de policía, buzones de correo y objetivos militares.

A pesar de que la Agencia Federal de Investigaciones (FBI) habría declinado procesar a Pimentel, de 27 años,  por considerar que el  caso no tenía las características de un complot terrorista,  las autoridades estatales decidieron procesarlo por posesión de  sustancias explosivas, “que podrían haber matado a mucha gente”.

 Como para completar la novelesca historia, el Comisionado de la Policía de Nueva York, Raymond Kelly, presentó un prototipo tres bombas caseras que  habría elaborado Pimentel basado en instrucciones recibidas por Internet del clérigo  yemení estadounidense Anwar al Aulaqi.

El alcalde ni el comisionado informaron  a la prensa los resultados de  alguna evaluación  siquiátrica que  descartara o confirmara la versión atribuida al FBI de que  el prevenido, quien  fue llevado a Estados Unidos por sus padres a los cinco años, es “mentalmente inestable e incapaz de concluir sus objetivos”.

Como la condición de hispano y negro de Pimentel serán  elementos agravantes en las acusaciones puestas en su contra,  es pertinente  señalar que  la supuesta destreza que se le atribuye a Pimentel  en la fabricación de bombas nunca explosionadas, la  aprendió en Estados Unidos, donde también adquirió sin ningún inconveniente los materiales para elaborarlas.

Millones de estadounidenses  poseen en sus  viviendas y negocios  sofisticadas armas de guerra, lo que hace suponer que  es generalizado   el peligro de que  cualquier mortal incurra en una locura o  perpetre un acto de terror por razones éticas, religiosas o políticas, por lo que no se entiende  el nivel de espectacularidad que la Alcaldía y la Policía de  Nueva York han conferido al caso del inmigrante dominicano.

Es siempre motivo de alivio que  se pueda prevenir, evitar o frustrar cualquier  atentado terrorista, como el que se alega perpetraría de manera solitaria José Pimentel, pero hay razones para  creer que  en este caso hay dosis muy altas de  espectacularidad y exageración inyectadas por las autoridades de Nueva York, sin aparente anuencia del FBI.

El Nacional

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