Hace 10 años, el Estado Salvadoreño negó a Beatriz la posibilidad de abortar para poder vivir, y la Corte Internacional de Derechos Humanos, IDH, la semana pasada, escuchó su caso para evaluar «la responsabilidad internacional de El Salvador por la violación de los derechos a la vida, integridad personal, garantías judiciales, vida privada, igualdad ante la ley, protección judicial y derecho a la salud».
Beatriz, tenía 20 años a la confirmación de su segundo embarazo en febrero de 2013, con un niño de casi tres meses de nacido por parto de alto riesgo, complicado con preeclampsia.
Había sido diagnosticada antes de ese embarazo con lupus eritematoso sistémico, enfermedad del sistema inmunitario que ataca los tejidos sanos del cuerpo.
Los anticuerpos del lupus afectaron sus riñones impidiéndoles cumplir la función de filtrar los desechos.
Además, su sistema inmune afectó sus articulaciones causándole severos dolores, hinchazón y rigidez.
El Hospital Nacional de Maternidad de El Salvador advirtió a Beatriz que no debía volver a quedar embarazada y programó una esterilización quirúrgica para el 27 de mayo de 2012, pero ella no asistió y cuando volvió, estaba embarazada de 12 semanas, de un feto con anancefalia, inviable al nacer, lo que, junto al cuadro inhabilitante para el embarazo por su enfermedad, la llevó a solicitar una demanda de amparo para permitirle abortar, lo que le fue negado.
Una semana después de que la Sala Constitucional negara el amparo, Beatriz, fue sometida a una cesárea.
Su segunda hija falleció cinco horas después de nacer, quedando ella en un cuadro de gravedad nunca superado. Cuatro años más tarde, en octubre de 2017, debilitada y con secuelas permanentes, murió en un accidente de tránsito.
En 2022, la Corte IDH, inició el caso «Beatriz vs. El Salvador», siendo la primera vez que la Corte trata un caso vinculado a la negación del aborto como violación de derechos.
El Salvador, al igual que la República Dominicana, tiene una de las leyes más estrictas del mundo contra el aborto, al prohibir todo tipo de interrupciones, incluso si el embarazo pone en riesgo la vida de la madre o es resultado de una violación o un incesto.
Aquí, pedimos por las Esperancitas y Beatrices, en esta Semana Mayor que viene.
A quienes niegan la vida de las que, en este país, ya si nacieron y crecieron con una historia establecida, muchas veces corta y precipitada por la violencia machista insaciable y hegemónica, que Dios les perdone, aunque si saben lo que hacen.