Opinión

ESTO PIENSO, ESTO CREO

ESTO PIENSO, ESTO CREO

Entre merengue de calle y dolores

…Como el dolor de parto,  que a la vez es placentero

Renace la esperanza cuando te das cuenta que los gritos y lamentos se van transformando en bellas y preciosas sonrisas, como por ejemplo al escuchar y ver la sonrisa de un niño u oír una canción compuesta sin muchas pretensiones.

Hoy, quizás hasta bueno sería irnos a escuchar merengue de calle acompañado de ciertas personas para hacerle la vida menos agria a ese modo de vivir en que se desenvuelven, en medio de amarguras y amarguras que no les da el tiempo para vivir en paz y armonía y su desgraciado discurrir transcurre de intrigas en intrigas y de rencor en rencor.

 Y para esto que mejor decirles como “Omega”; “Chambonean sus armas para matar y aniquilarme y al tenerme de frente no son tan hombres para tirarme. He visto infrarrojos sobre mi cuerpo colocados y para dispararme no sé por qué ¡le tiemblan las manos!. O tal vez lo apropiado sería pensar a la manera del satírico latino Lucilo, que cuando ardorosamente escribía sus punzantes sátiras las almas de los criminales se estremecían de pavor y sus entrañas sudaban con la secreta culpa, prorrumpiendo sus ojos en lágrimas y sus labios en frenéticos gritos.

 ¡Ah los ingratos que sufren!. Me recuerdan al rey Midas cuando ante tanta amargura producto de su ambición, desesperado ya hasta sin poder alimentarse, profirió –dirigiéndose al Dios Baco- y levantando sus manos con humildad al cielo imploro perdón y gritó su arrepentimiento, exclamando:¡He sido un codicioso loco! ¡Deshaz mi deseo!, ¡libérame de mi toque de oro!. Por igual les llega a pasar a todos aquellos que sólo irradian maldad y codicia, y cuando todo llega a su fin se arrastran como serpientes clamando piedad, aunque sin perder su condición venenosa.

 Precisamente en ningún momento hemos intentado transitar por esa vía y eso les molesta, porque hay muchos “caminando por el sendero del egoísmo, donde personas se hacen daño a si mismas” y ahí no estamos nosotros, porque “sé que llueve plomo (…) y ustedes, creyendo que al criticarnos somos quienes pierden y no entienden que inventando y hablando m… de mí, esa no es la manera en que van a subir. Mientras tanto, entre rabietas y urdimbres se rascan como el cerdo restriega su lomo contra el árbol”.

 Dolor de parto, dolor de Madre. Es quizás una incongruencia decir como muchas madres que este es el dolor más placentero que puede sentir un ser humano y es exclusivo de la mujer. Pero por igual el hombre sufre dolores de madre cuando  manteniendo el espíritu recto, el nacido de buen vientre libra un combate permanente por no caer en el infierno de las intrigas y las traiciones.

 A de entenderse que  no precisa ni necesariamente nos referimos al concepto de infierno como inframundo o al concepto del Hades, sino a ese continuo batallar en el día a día contra todo lo inmoral, ambicioso y corrupto que intenta esclavizarnos a lo material, a lo transitorio y vano que nos aleja de los principios morales y por ende del Cielo si éste último lo interpretamos como la morada de Dios.

Aunque tengamos que ir al mismo averno, aunque nos veamos obligados a navegar como Orfeo a través del lóbrego pantano del Estigio -ese oscuro río que separa el reino de los vivos del de los muertos, como narra la mitología griega- y aunque tengamos al igual que él adentrarnos por regiones profundamente oscuras donde floten los espectros de los muertos, no para clamar el retorno de un amor perdido, sino rogar por el retorno de los buenos principios y la moral, aunque tengamos que tañer la lira parodiando a Orfeo y decir “Permitidle volver con nosotros. Tal vez regrese a vosotros. No me la deis; tan sólo prestádmela, os lo ruego”.

 En este punto creo que decir esto sea un razonamiento o teoría abstrusa, sino que necesitamos predicar con ejemplos vivos y palpitantes que inspiren un temor provechoso para desterrar las malditas intrigas de los seres inferiores que poseen cierto o real poder transitorio sólo para hacer daño.

 Y nunca me avergonzare de mi actitud, porque nada pecaminoso ni traicionero he hecho con precitación o no y sin querer ser santo, aspirando a ser sólo un simple mortal cuyo mayor tesoro radique en la moral, la amistad y la lealtad. De ahí que sólo hago mía esta sentencia:

”Yo no llevo la lámpara para ver el camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí…No sólo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que uso para que otros puedan también servirse de ella”.

 El callar ante las embestidas inmorales no se puede interpretar como miedo sino como prudencia. Porque así lo creo, así lo digo. ¡Si señor!.-

El Nacional

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