En esta ocasión, por extraño que parezca, el exceso durante la suspicaz marcha al Hoyo de Friusa, no partió de las fuerzas del orden. Es posible que por primera vez en muchos años la Policía haya actuado con la prudencia y la responsabilidad ameritadas por las circunstancias al prevenir males mayores durante una manifestación con claros tintes provocativos. El caso es que esta vez los excesos lo cometieron los organizadores y participantes en la movilización patriótica para reclamar acciones contra los inmigrantes haitianos.
Si se quería exacerbar el patriotismo, sobre todo en una fecha emblemática como la del 30 de marzo, la plaza de la Bandera o el parque Independencia, eran mucho más emblemáticos. Pero, sin que queramos llamarnos a engaño, se prefirió el Hoyo de Friusa por la leyenda de que la zona, con una alta concentración de residentes haitianos, es un coto cerrado para las autoridades y los dominicanos. Al margen de uno que otro incidentes, como ha ocurrido en distintos operativos, la versión ha sido desmentida en más de una ocasión con las redadas de la Dirección Nacional de Migración para detener y repatriar a haitianos ilegales.
Siempre ha llamado la atención que el patriotismo de distintas organizaciones cívicas y líderes políticos se exprese solo contra la inmigración haitiana, sin darse o dándose cuenta de que con ese discurso alimentan un resentimiento que puede tener consecuencias trágicas. No hay que hurgar muy profundamente en la historia para dar con tragedias derivadas en gran medida de la irresponsabilidad y el odio en sus diferentes expresiones.
La marcha al Hoyo de Friusa fue un desatino. Los incidentes que la estigmatizaron eran propio del ambiente que se había creado, no para reivindicar los sentimientos nacionales, sino, en el mejor de los casos, para humillar a los haitianos. Las fuerzas del orden hicieron lo que tenían que hacer para evitar agresiones durante una manifestación que las autoridades, sin importar las intenciones que subyacían, no tenían más que permitir por respeto a las libertades públicas. No ha de olvidarse que nos regimos por un sistema democrático.
Las lecciones deben servir de experiencia y reflexión. El patriotismo no se basa en el odio ni el rechazo a la presencia haitiana. Implica unos principios bien subrayados en el pensamiento del prócer Juan Pablo Duarte. No es más que pura tontería ver en la presencia haitiana una amenaza a la integridad nacional, como si se fuéramos un territorio tan vulnerable a la incidencia extranjera. Tal vez muchos antihaitianos ignoran que en comunidades fronterizas las costumbres de haitianos y dominicanos conviven sin conflicto alguno para nadie.