Los dominicanos la estamos disfrutando plenamente. Con esperanza, amor y unión familiar. Vivimos lindos momentos de alegría, reflexión y generosidad. Tenemos la oportunidad de compartir con nuestros seres queridos y fortalecer los lazos que nos unen. También es un tiempo para la paz y la solidaridad con quienes más lo necesitan.
Clima de armonía fruto de la prosperidad y tranquilidad que hemos logrado en esto últimos cuatro años. Las luces brillan no solo en los adornos, sino también en nuestros corazones.
Es tiempo para hacer un recuento sobre el año que ha pasado, agradecer por las bendiciones recibidas y compartir con los demás. Entre villancicos, luces y decoraciones que transforman nuestros hogares en espacios mágicos, nos juntamos para intercambiar regalos y participar en actividades familiares, laborales o, simplemente, amistosas.
En medio de los desafíos que enfrentamos día a día, esta festividad nos invita a soñar y a creer en un futuro mejor. Las historias de generosidad, de actos de bondad y de superación nos inspiran a ser mejores personas y a contribuir positivamente en nuestras comunidades. Este renacer es vital en un mundo amenazado, a menudo, por voces agoreras, cuyos sombríos presagios distan del sentimiento colectivo de una sociedad que marcha firme con futuro prometedor.
Las estadísticas sobre el crecimiento sostenible en los últimos años constituyen la base de la prosperidad y estabilidad que trae luces y renovadas esperanzas a nuestro pueblo. Representan lo que cada individuo puede aportar, como productivo.
La Navidad, en efecto, nos recuerda la importancia de estar juntos, de cuidar a los demás y de celebrar la diversidad de nuestras tradiciones. De celebrar la dicha de vivir en paz y en democracia aprovechando las oportunidades que esto nos ofrece.