Cuando las autoridades administrativas políticas de un país tratan de justificar índices altos de crímenes con argumentos de defensa frente a sus propias faltas, abren procesos de tergiversación de causas y datos, que, la mayoría de las veces, terminan por creerse ellas mismas.
El razonamiento de que más de 80% de las mujeres muertas violentamente en nuestro país por ser mujeres, a mano de sus agresores, no hace más que mantener el crimen en los niveles más altos de la Violencia de Género contra Mujeres y Niñas, en la región de América Latina y el Caribe de la última escalada de estas violencias.
Esta actitud de defensa como una constante en la práctica de las autoridades de turno es uno de los grandes nudos para aplicar un sistema de prevención y borra la importancia de los datos de investigación seria que se hace en el país, así como, la posibilidad de que, esos resultados fundamenten programas, estrategias y cambios de prácticas para eludir las causas socioculturales la fundamentan.
Investigando estas violencias en el país, se sabe que los datos en la República Dominicana, no se relevan de manera científica en las instituciones de estadísticas vitales, ni en la justicia, ni en ningún subsistema público, porque la única fuente son los datos forenses, relevados sin un sistema de registro transversalizado al género ni asentado en el conocimiento del fenómeno.
Por eso, copiamos de otros países al hacer leyes ignorando la manera, frecuencia, escenarios, ruta crítica, etc., propias de nuestra idiosincrasia con resultados legislativos que nos resultan extraños, poco reales, como sucede en este momento.
Por ejemplo, el artículo 93 del recién promulgado Código Penal define correctamente el feminicidio, como, “el hecho que cause la muerte de una mujer en razón de ser mujer, independientemente de la edad, relación de pareja, sin importar el lugar donde ocurra”, pero, en las maneras como puede ocurrir, pierde la oportunidad de tipificar el feminicidio vicario, asentando la limitada conceptualización de feminicidio conexo, que es como antes se le conocía.
Sin embargo, en el país, cada vez más agresores matan a personas queridas de la víctima de sus violencias, para castigarlas, en la expresión más cruel de estas violencias sociales, hijos e hijas, madres o gente muy querida, para después, en la gran mayoría, suicidarse y dejarla en el mayor abandono emocional y de culpa, como el caso del sábado 9 pasado, en El Factor, Nagua.
La violencia contra la mujer es evitable si no se esconde y se enfrenta con transparencia.