El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha resuelto una cruenta crisis interna que de prolongarse hubiese afectado severamente el desempeño del Gobierno, de la economía y del espacio democrático, conturbados por los escarceos que se escenificaban en escenarios de poderes públicos.
Esa crisis se desató el 19 de abril cuando el Comité Político peledeísta acordó aprobar una ley de convocatoria de la Asamblea Nacional Revisora para insertar en la Constitución de la República la figura de la reelección presidencial, a los fines de permitir la repostulación del presidente Danilo Medina.
Casi al borde de la división o el fraccionamiento, el presidente Medina y el doctor Leonel Fernández, presidente del PLD, acordaron viabilizar una vía de entendimiento que dio como fruto un acuerdo de 15 puntos, el principal de los cuales despeja el camino para que el mandatario pueda optar por un nuevo periodo de gobierno.
El acuerdo incluye promover la modificación de los artículos 270, 271 y 272 de la Carta Magna a los fines de fortalecer y hacer más calificados los porcentajes para la reforma del Texto Sustantivo, con lo que se acoge el reclamo del ex presidente Fernández, de “blindar la Constitución”.
También se acordó garantizar las candidaturas de los actuales incumbentes del PLD en el Congreso y alcaldías, posponer por tres años el próximo congreso del PLD, y otorgarle poderes al candidato presidencial para concertar alianzas políticas, entre otros temas distribuidos convenientemente para satisfacer a las partes confrontadas.
Por tratarse del partido de Gobierno y porque en el conflicto estaba involucrado de forma directa y activa el Presidente de la República, esa prolongada crisis partidaria adquirió ribetes de problema nacional, ante el temor de que su agudización se reflejara de manera negativa en las cuentas nacionales y en la degradación de la endeble democracia.
Es por eso que, sin poner mayor atención a lo acordado, se recibe con beneplácito y satisfacción que el PLD haya resuelto de la mejor manera un problema que pudo ser altamente contagioso para el tejido político, social y económico de la nación.
Se resalta la madurez, sensatez, racionalidad y buen juicio que para conjurar tan peligroso impasse asumieron el presidente Medina y el doctor Fernández, al deponer o ceder ambos aspiraciones mayores para lograr concretar un entendimiento que consolida sus respectivos liderazgos. Ganó la nación.